DK3 -20 - Vamos a conocer a San Gregorio Nacianceno. Série, Primeros Cristianos- Fray Nelson Medina.

1 year ago
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La Teología trinitaria constituye el núcleo de la reflexión dogmática de Gregorio Nacianceno, y es objeto de importantes formulaciones también en las Homilías recogidas en este volumen, aunque se debe reconocer que el problema teológico no viene desarrollado aquí con la misma amplitud y competencia que caracteriza, por ejemplo, los «Discursos Teológicos», del mismo Gregorio.

Es tradicional, y repetida también en otras obras de nuestro escritor, la afirmación de que la naturaleza divina no puede extenderse más allá de las tres personas divinas, ya que, de otro modo, se incurriría en el politeísmo de los paganos; ni, por otra parte, puede quedar reducida al Padre, únicamente, si se quiere evitar caer en el judaísmo.

La fe cristiana, hace notar Gregorio, juntamente con otros escritores fieles al Concilio de Nicea (Ambrosio, Hilario de Poitiers, etc...) consiste en mantenerse en el justo medio entre las dos herejías extremas.

Cuando él quiere precisar que son las personas quienes poseen la naturaleza divina, Gregorio utiliza la palabra «monarquía» para condenar a aquellos que limitan únicamente al Padre dicha prerrogativa: tal palabra era utilizada específicamente por los escritores nicenos para condenar a
los modelistas del siglo IV, como Marcelo de Ancira.

Los cuales, en su oposición al arrianismo, trasladaban al defecto opuesto (y análogo) la reacción contra el postulado arriano que separaba la persona de Hijo de la del Padre, único poseedor —según el arrianismo— de la naturaleza divina; «conjuntando», de forma inaceptable, desde el punto de vista ortodoxo, al Hijo con el Padre, precisamente porque siendo participe de su misma naturaleza, los «modelistas» lo unión al error de hacer del Hijo un simple «modo de ser» del Padre, destinado a «confundirse de nuevo» con El, al final de los tiempos.

El error que se encuentra en la base de las dos herejías contrapuestas (arrianismo y modalismo) es evidente: consiste en negar al Hijo la naturaleza divina y la subsistencia personal.

La confesión de la fe trinitaria se encuentra repetida, con especial solemnidad, al final de la Homilía 40 (caps. 41-43), ya que su aceptación constituye la «conditio sine qua non» para ser admitidos al bautismo, y Gregorio se siente responsable de ella.

La naturaleza divina tiene la característica de ser «unitaria», pero en tres personas, mientras la tres vienen a ser comprendidas, a su vez, de manera conjunta (40,41): es un recurso retórico que, en el sutil juego de antítesis, viene utilizado al servicio de la teología, así como también en la Homilía 39,11: «la naturaleza divina se encuentra dividida indisolublemente, por decirlo así, y se conjunta de manera diferente».

La naturaleza divina es siempre igual a si misma, de tal modo que no admite diferencias internas, como pensaban los arrianos, que negaban la divinidad del Hijo y la del Espíritu Santo, o los macedonianos que la negaban únicamente al Espíritu. No hay una substancia mayor o una menor en el seno de la Trinidad. Gregorio habla de una naturaleza conjunta de tres seres infinitos; pero esta terminología se nos presenta con un vago sabor consubstancialista, en cuanto no se distingue suficientemente la substancia común, que constituye la Unidad en la Trinidad, de las características específicas de cada una de las tres personas *, con lo que se puede presentar la
naturaleza divina como si fuese casi el resultado de la unión de las Tres.

De cualquier manera que sea, la convicción trinitaria es perfecta, en cuanto que no existen diferencias entre las personas y cada una de ellas es Dios; cada persona debe ser concebida conjuntamente con las otras, ya porque es consubstancial (homoousios), ya porque las tres, todas juntas, constituyen una monarquía: la palabra, que como ya se ha indicado anteriormente,
caracterizaba con frecuencia el «sabelianismo», viene aquí recuperada porque se utiliza juntamente con el homoousios, y, por tanto, se evita toda deformación de signo modelista.

Cada una de las tres hace que se presente inmediatamente en nuestro pensamiento toda la naturaleza divina detrás de ellas.

Inmediatamente después (cap. 42), la doctrina trinitaria se formula en polémica con los arrianos, que siguen constituyendo, por lo demás, el peligro mayor.

Les reprocha a los arrianos la destrucción de la naturaleza divina como consecuencia de separar al Hijo del Padre o al Espíritu Santo del Hijo; estos herejes, de hecho, aun considerando al Hijo como una criatura, lo insertan en la Divinidad.

El Hijo, según la fórmula «homeana» ** de los Sínodos de Rímini y Seleucia (359) «no es creatura como todas las otras creaturas», lo cual no impedía que los fieles a la fe de Nicea hiciesen notar cuánto se apartaba de aquélla esta posición: aunque no fuese como las otras creaturas, permanecía siempre, sin embargo, como una creatura.

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