Santiago Abascal, líder de VOX, sobre las críticas de los obispos a su logro en Jumilla

Santiago Abascal, líder de VOX y una de las figuras más influyentes de la política española actual, ha respondido con contundencia a las críticas vertidas por algunos obispos en relación con los logros de su formación en Jumilla. Su declaración, cargada de escepticismo y perplejidad, no solo cuestiona las motivaciones de ciertos sectores de la Iglesia, sino que también pone sobre la mesa temas delicados que afectan a su credibilidad y capacidad de acción frente a políticas gubernamentales que, según Abascal, atentan contra la identidad nacional y la libertad religiosa.

En sus palabras, Abascal expresó que no comprende del todo las razones detrás de la postura de algunos líderes eclesiásticos. Planteó que podría tratarse de la dependencia económica que la Iglesia mantiene respecto a los ingresos públicos, lo cual dificultaría una oposición frontal a las políticas promovidas por gobiernos que, en su opinión, favorecen la inmigración ilegal y socavan la soberanía del país. Esta dependencia, advirtió, podría convertir a la institución en un actor complaciente, incapaz de alzar la voz con firmeza cuando las circunstancias lo exigen.

Abascal también señaló la posible relación entre este silencio y el manejo de los recursos destinados a la ayuda humanitaria. Según el líder de VOX, parte del dinero asignado para atender a inmigrantes ilegales podría no llegar directamente a las personas necesitadas, sino destinarse al mantenimiento de estructuras administrativas y redes que se benefician del sistema. Esta acusación no es nueva en el discurso político de la formación, pero adquiere mayor resonancia cuando se dirige hacia una institución tan influyente como la Iglesia.

Otro punto especialmente delicado de sus declaraciones fue la mención a los casos de pedofilia dentro de la Iglesia. Abascal insinuó que estos escándalos han dejado a la institución en una posición de vulnerabilidad y “amordazada” frente a gobiernos que, según él, aplican políticas contrarias a la fe, a la libertad religiosa y a la propia identidad cultural de España. Al introducir este argumento, el líder de VOX apuntó directamente a uno de los temas más sensibles para la Iglesia contemporánea, subrayando cómo sus problemas internos pueden condicionar su papel en el debate político y social.

En su reflexión final, Abascal admitió que sigue observando estas posiciones con incredulidad, pero concluyó con una frase que deja entrever una visión personalista de la responsabilidad: «Cada uno debe cargar con su propia cruz». Una declaración que, aunque breve, encierra una advertencia: las decisiones y omisiones de las instituciones tienen un costo moral y social que deberán afrontar tarde o temprano.

Estas palabras no solo evidencian el distanciamiento entre VOX y parte de la jerarquía eclesiástica, sino que también refuerzan la narrativa de Abascal de que las instituciones tradicionales —incluyendo aquellas que históricamente han estado alineadas con valores conservadores— han cedido terreno frente a la agenda progresista y globalista. Su mensaje apunta a que, sin independencia y sin voluntad de confrontar las políticas que atentan contra la identidad nacional, ninguna institución, por respetada que sea, puede cumplir su misión original.

En el contexto político actual, donde VOX busca consolidar su base electoral y ampliar su influencia en municipios y comunidades autónomas, estas declaraciones se enmarcan en una estrategia que combina la defensa de la identidad española, la crítica a la inmigración ilegal y el llamado a la coherencia moral de las instituciones. Para Abascal, la lucha cultural y política requiere aliados firmes, no socios que miren hacia otro lado por conveniencia o temor a perder privilegios.

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