CARIDAD: CUANDO EL AMOR SE CONVIERTE EN ACCIÓN.

2 months ago
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La caridad no es solo dar… es amar como Dios ama.

En este mundo marcado por el egoísmo, la indiferencia y la frialdad del corazón, la virtud de la caridad se levanta como el fuego que lo transforma todo. No es un sentimiento superficial ni una acción esporádica: es el amor hecho virtud, el amor que se dona, que se entrega, que se sacrifica… sin esperar nada a cambio.

En este video te presentamos la virtud de la caridad desde su raíz cristiana: el amor como mandamiento, como vocación y como camino a la santidad.

Es la virtud más grande, la que da vida a todas las demás (cf. 1 Co 13, 13). Sin caridad, todo esfuerzo espiritual se vuelve vacío. Pero con ella, hasta lo más pequeño se vuelve eterno.

✝️ ¿Quieres aprender a amar de verdad, sin condiciones?
💔 ¿Sientes que tu corazón necesita ser encendido por la ternura de Dios?
🌎 ¿Te preguntas cómo vivir la caridad en un mundo tan roto?

Este video es para ti.

A través de una mirada profunda, imágenes inspiradas en el arte sacro y reflexiones del Rosario Mariano, redescubre el verdadero rostro de la caridad: el amor que sirve, que perdona, que no se cansa, que no se rinde.

La caridad no es una opción: es el alma del cristianismo.

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LA VIRTUD DE LA CARIDAD

La Caridad es la virtud máxima, realeza del amor de Dios, la cual nos hará amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El Señor nos ha dicho «Yo soy la roca firme», y se asienta sobre cimientos que son trabajados por nosotros. De todas las virtudes, la caridad es fundamental, y sin ella no existe nada y nada fructificará. (cf. 1 Co 13, 13). Esta virtud es el medio a la santidad, finalidad de toda alma, ejercicio de un día y de otro, de constancia en nuestro medio y circunstancia en toda nuestra vida hasta el final.

Aprendamos a vivir en la constante piedad, es decir, la constancia del amor. Esta virtud va de la mano de la verdad y los hechos; pues en realidad las obras son amores. Debemos vivir en disposición y en la acción del Espíritu Santo. Es así que el hombre mirará que si no se ejercitan las virtudes, no es posible alcanzar la santidad.

En la vida ordinaria, en la fácil o la difícil —toda vida— debe servir para amar a Dios, en la circunstancia del día a día, en la propiciación desprendida, en el amor total, «y ahí se verán los frutos de la hermosa caridad».

Ahora comprendamos algo: el Señor es «Fuente de Caridad» y quiere saciar nuestras almas para que así tengamos el sabor de las virtudes. La bondad ha aparecido en el mundo cuando ha emanado del nervio del amor, la misericordia misma. Sin este nervio, el amor no se hace sentir o percibir.

Veamos a la criatura en Dios y a Dios en la criatura. Procuremos la calma sin el amor propio; el amor propio, mal llamado, desfigura el rostro del amor ya que hace al alma quedarse en sí misma. Y ahora, por medio del amor mismo, nos llama el Señor «a mirarlo en el rostro de nuestros hermanos» (cf. Mt 25, 35-36).

Caridad —nervio del amor— nos hace amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Con humildad profunda miremos con los ojos de la bondad, nos hace mirarnos pequeños y reconocer que sin tanta gracia de parte de Dios, fuésemos mucho peor. Las faltas de nuestros hermanos, las humillaciones, los defectos, las impurezas, son permitidas para cada uno de nosotros, para ejercitar las virtudes.

¡Vivamos más alto, mirando a los demás con ojos llenos de amor! Tan alta es la caridad, porque el amor es infinito. Esta virtud, enseñanza santa, nos llevará al amor de Dios.

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