CUBA - La TRISTE REALIDAD de un país atrapado en el tiempo

CUBA – La TRISTE REALIDAD de un país atrapado en el tiempo

Mientras la maquinaria propagandística del socialismo continúa vendiendo una imagen romántica de la revolución cubana, la realidad es otra: Cuba es un país devastado, atrapado en la miseria, la censura y la desesperanza. Lo que alguna vez fue una nación próspera, hoy es un escenario desolador de abandono y sufrimiento donde la dignidad humana se consume a diario, sin testigos internacionales ni auxilio real.

Una mujer clama entre lágrimas: «¡Estoy cansada! ¡No camino, no tengo silla de ruedas! ¡Podría morir allí!». Su voz no es la única. Son miles los cubanos que viven sin agua, sin electricidad, sin medicinas y sin comida. ¿Dónde está la solidaridad de quienes se golpean el pecho hablando de “derechos humanos” cuando se trata de atacar a países libres? ¿Dónde están los defensores del pueblo cuando es el socialismo el que pisotea vidas?

Las farmacias están vacías. No es una forma de decir, es literal. No hay medicamentos ni para lo más básico. Enfermarse en Cuba es una sentencia. Comer es un lujo: un plato de arroz y frijoles es, para muchos, la única comida del día. Un par de zapatos cuesta un año de sacrificio. Aún así, el pueblo cubano mantiene su espíritu de solidaridad, compartiendo lo poco que tiene entre vecinos, amigos y desconocidos.

Las condiciones de vivienda son infrahumanas. Dos personas duermen apretadas en un espacio tan reducido que solo cabe un cuerpo a lo largo. Techos bajos, calor sofocante, hacinamiento, humedad y estructuras colapsadas son el día a día de quienes sobreviven en las ruinas del “paraíso socialista”. Subir a una azotea es entrar en una olla de presión: el calor no da tregua, pero la desesperanza abruma aún más.

Pero no es solo pobreza material. Es también un país sin libertad. En Cuba no se puede hablar libremente. Decir lo que se piensa es arriesgarse a la cárcel. Una joven apunta: “Esa chica de allá fue prisionera. Aquí no hay expresión libre”. El miedo es parte de la rutina. La represión es política de Estado. No hay oposición legal, ni prensa libre, ni justicia independiente.

Y en medio de todo, una verdad brutal: hay cubanos que comen de la basura. Literalmente. Buscan sobras en los contenedores como única alternativa para sobrevivir. Muchos son adultos mayores, otros niños. La dignidad humana se ha convertido en un lujo para una élite comunista, mientras el pueblo mendiga comida y clama ayuda sin respuesta.

Esta no es la Cuba que muestran los festivales de cine, ni la que elogian los líderes de izquierda de América Latina desde sus cómodas oficinas. Esta es la Cuba real: destruida, rota, silenciada. Una Cuba que no necesita discursos, sino libertad.

Es hora de que el mundo escuche el grito desesperado de los cubanos. Ya basta de justificar dictaduras por ideologías. Cuba no necesita más socialismo, necesita una revolución de verdad: la de la dignidad, la justicia y la libertad.

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