"Del Crimen al Castigo: Cómo Roma Condenaba a Quien Mataba a su Progenitor

6 months ago
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Matar a tu padre no te llevaba a la cárcel. Te llevaba directo al saco. La antigua Roma no perdonaba traiciones. Y los castigos no buscaban justicia. Buscaban espectáculo. Si alguien mataba a un miembro de su propia familia, no era ejecutado de inmediato. Era cosido dentro de un saco de cuero junto a un perro, una serpiente, un gallo y un mono. Todos vivos. Y luego, el saco era arrojado al río. Sin juicio. Sin redención. La traición al imperio tampoco era mejor. Te llevaban a la cima de un acantilado y te empujaban sin más. Pero si sobrevivías a la caída, no era un milagro. Abajo te esperaban hombres listos para acabar lo que la roca no pudo. Y si rompías un voto sagrado, como el de castidad. El castigo era aún más cruel. Las vírgenes vestales, sacerdotisas elegidas desde niñas, si se atrevían a sentir deseo, eran enterradas vivas. Selladas bajo tierra, con un poco de pan, agua y el silencio. Las acusadas de brujería o fe cristiana tampoco corrían mejor suerte. Eran atadas a estacas y dejadas frente a bestias hambrientas. No morían por lo que hacían. Morían por lo que representaban. En Roma, el castigo no buscaba redención. Solo dejar claro quién mandaba.

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