Robert F. Kennedy Jr insta a otros países a unirse a EE.UU. contra la OMS

Robert F. Kennedy Jr insta a otros países a unirse a EE.UU. contra la OMS
Robert F. Kennedy Jr., candidato independiente a la presidencia de los Estados Unidos, ha lanzado un mensaje que sacude los cimientos de la burocracia sanitaria global: insta a otras naciones a abandonar la Organización Mundial de la Salud (OMS), acusándola de corrupción, dependencia política —especialmente de China— y de haber fracasado rotundamente durante la pandemia del COVID-19. Su intervención, transmitida durante la Asamblea Mundial de la Salud, no fue casualidad: buscó golpear donde más duele, en la legitimidad de una institución cada vez más cuestionada.

Kennedy, conocido por su postura crítica frente a las grandes farmacéuticas y su firme defensa de las libertades civiles, calificó a la OMS como «una organización moribunda». No es una metáfora menor. En sus palabras, la OMS ha dejado de servir a los pueblos del mundo y se ha convertido en un instrumento de control, manipulación y encubrimiento, al servicio de potencias extranjeras y conglomerados empresariales que lucran con el miedo.

Uno de los puntos más fuertes de su mensaje fue el llamado a formar una nueva alianza global de salud basada en la transparencia, la soberanía nacional y la verdadera ciencia, libre de presiones ideológicas o financieras. Entre los países que mencionó como posibles aliados se encuentran Argentina, Italia e Israel, naciones que en distintos momentos han demostrado resistencia a los mandatos unilaterales de organismos internacionales y que podrían formar parte de una coalición alternativa, verdaderamente independiente.

Pero el corazón de su crítica fue el manejo de la pandemia. Kennedy denunció los encubrimientos promovidos por la OMS, el rechazo sistemático a teorías que hoy se están reevaluando (como el origen del virus en laboratorio), y la imposición de vacunas sin los debidos procesos de auditoría independiente. Mientras la OMS insiste en que sus protocolos se basan en ciencia, Kennedy cuestiona el tipo de ciencia que se aplica: ¿es realmente independiente o está escrita por las mismas manos que financian la industria farmacéutica?

Su oposición al nuevo acuerdo de “prevención de pandemias” impulsado por la OMS fue otro de los focos de su discurso. Este tratado, que otorga más poder al organismo en caso de futuras crisis sanitarias, fue descrito por RFK como una herramienta peligrosa que podría perpetuar las mismas fallas estructurales que llevaron al caos durante el COVID-19. Según él, aceptar este pacto significaría renunciar a la soberanía médica de cada país y consolidar una tiranía sanitaria global.

Desde luego, los medios progresistas y los defensores del globalismo sanitario no tardaron en calificar su posición como “anticientífica” o “peligrosa”. Sin embargo, lo que Kennedy propone no es un rechazo a la medicina, sino una urgente reestructuración del sistema internacional de salud. Su discurso apunta directamente al núcleo del problema: la mezcla tóxica de intereses corporativos, agendas ideológicas y organismos supranacionales que dictan normas a espaldas de las democracias.

En un mundo donde las grandes organizaciones se han blindado con discursos de “consenso científico” y han reprimido cualquier voz disidente, el mensaje de Kennedy resuena como una bocanada de aire fresco para millones de ciudadanos que no quieren volver a vivir una “nueva normalidad” impuesta por burócratas internacionales. Su llamado es claro: los países deben retomar el control de sus políticas de salud y dejar de delegarlas en estructuras corruptas y opacas.

¿Será este el inicio de un nuevo orden sanitario global, más transparente y soberano? ¿O simplemente una voz más silenciada por el aparato mediático? Lo cierto es que Kennedy ha encendido una alarma que, si bien incómoda para las élites, podría ser el primer paso hacia una verdadera reforma en la gestión global de la salud.

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