Ricardo R Olivares, sobre la Narcocultura que permite el Gobierno de Sheinbaum

Ricardo R. Olivares denuncia la narcocultura que Claudia Sheinbaum permite y normaliza en México

Mientras México se hunde en la violencia generada por el crimen organizado, desde el gobierno de Claudia Sheinbaum no solo se observa una alarmante pasividad, sino una aceptación tácita de una cultura que glorifica al narcotráfico. Ricardo R. Olivares ha puesto el dedo en la llaga al señalar cómo la “narcocultura” se ha normalizado al punto de convertirse en parte del entretenimiento nacional, con corridos, eventos públicos y símbolos que exaltan a criminales como si fueran ídolos populares. Todo esto ocurre bajo una administración que no solo es negligente, sino que parece temer enfrentarse a los poderes fácticos del narco.

Olivares advierte que los escasos avances en la lucha contra esta cultura no provienen del gobierno mexicano, sino de la presión que ejerce Estados Unidos, cuya preocupación por la seguridad en la región es mayor que la del propio Palacio Nacional. “Lo poco que se ha logrado ha sido por la presión estadounidense”, declaró, haciendo eco del sentimiento generalizado de abandono por parte del gobierno federal mexicano.

Uno de los ejemplos más recientes y reveladores fue la tímida intención de prohibir en México la música que glorifica al narcotráfico. Esta medida —inspirada en la firmeza mostrada por países como El Salvador, que han combatido la apología del crimen pandillero con políticas valientes— fue rápidamente saboteada por la falta de voluntad política y la presión cultural. A pesar de que algunos eventos han terminado en violencia, donde el público exige consumir este tipo de contenido, el gobierno ha preferido no intervenir.

La pasividad del gobierno de Sheinbaum frente a esta forma de “narco-pop” evidencia una complicidad disfrazada de tolerancia. Lejos de condenar el fenómeno, se permite su reproducción masiva en medios, festivales e incluso en actos públicos patrocinados con fondos estatales. ¿Cómo se puede combatir el crimen si se alimenta culturalmente a quienes lo representan?

Para Olivares, el problema no es solo la música o el contenido mediático. Es el mensaje que se está enviando a los jóvenes mexicanos: que ser narcotraficante es sinónimo de éxito, poder y respeto. Es una narrativa que destruye valores, que socava la familia y que erosiona las bases de la civilización. La narcocultura no es entretenimiento: es propaganda criminal.

Además, el silencio cómplice de figuras como Sheinbaum no es casual. Muchos consideran que la izquierda latinoamericana, en su intento por mantenerse en el poder, ha hecho pactos implícitos con grupos criminales que garantizan control territorial y votos a cambio de impunidad. Esta es una verdad incómoda que pocos se atreven a decir en voz alta, pero que el pueblo conoce desde hace tiempo.

Estados Unidos, como aliado estratégico y defensor de la seguridad continental, tiene el deber moral de presionar aún más. La DEA, el Departamento de Estado y organismos de inteligencia deben entender que no solo enfrentamos a cárteles violentos, sino a gobiernos blandos o incluso coludidos con ellos.

Ricardo R. Olivares no está hablando desde la teoría: habla desde la urgencia de rescatar a un país que ha caído en la trampa cultural del crimen. Si México quiere tener futuro, debe recuperar sus valores, su moral y su dignidad. Y eso comienza por acabar con la glorificación del narco que hoy el gobierno permite sin pudor.

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