Willie Lora - Porqué el partido demócrata está apoyando a la ilegalidad

Por qué el Partido Demócrata está apoyando la ilegalidad

El Partido Demócrata, una vez abanderado de ciertos ideales nacionales, ha caído en una preocupante dinámica: la defensa abierta de la ilegalidad y la corrupción. La reciente visita de senadores y congresistas demócratas a El Salvador confirma esta tendencia. Estos políticos no viajaron para promover el respeto a la ley o fortalecer la cooperación internacional; su objetivo fue abogar por un individuo vinculado a la pandilla MS-13, que ya había recibido el debido proceso, enfrentado órdenes de deportación y cuyo historial de abuso contra mujeres está documentado en expedientes públicos.

La pregunta que planteó Willie Lora en su cuenta de X es más relevante que nunca: ¿Por qué el Partido Demócrata está apoyando comportamientos ilegales en vez de promover la legalidad y la justicia? La respuesta parece estar en su estrategia política: victimizan a delincuentes para ganar puntos entre los sectores más radicalizados de su electorado, mientras atacan a quienes se atreven a destapar redes de corrupción.

Recordemos el caso de Elon Musk y DOGE, donde el descubrimiento de esquemas de lavado de dinero y fraude provocó una reacción inmediata. Pero en lugar de agradecer que se expusiera la corrupción, los demócratas optaron por atacar a Musk, a DOGE y a Tesla, protegiendo a las estructuras podridas que afectan directamente la confianza en las instituciones norteamericanas.

La situación se torna aún más absurda cuando vemos a senadores desde Maryland viajando a El Salvador para exigir la liberación de un individuo que ni siquiera tenía estatus legal en Estados Unidos. Su regreso, en el mejor de los casos, solo habría significado una nueva deportación, porque dos cortes estadounidenses ya habían determinado que este sujeto era miembro activo de MS-13. La conexión de este hombre con redes de tráfico humano y su arresto en Tennessee —acompañado de varios individuos en un vehículo vinculado a actividades criminales— no fue suficiente para que el Partido Demócrata se distanciara de su defensa.

Esta clase de gestos envía un mensaje alarmante a los estadounidenses: bajo el liderazgo demócrata, las leyes son secundarias frente a intereses ideológicos. ¿Qué puede prometer un partido que se alía con quienes representan el desprecio por la vida, la dignidad y la seguridad ciudadana? ¿Qué clase de futuro ofrece a Estados Unidos si se empeña en proteger a delincuentes en lugar de proteger a las víctimas?

La separación de poderes, el respeto a las leyes y la seguridad nacional no son temas negociables. Son los pilares de una república fuerte y de una democracia verdadera. Cuando una fuerza política los sacrifica en el altar de la ideología y el oportunismo electoral, pone en riesgo no solo su propia credibilidad, sino el bienestar de toda la nación.

La batalla no es simplemente entre partidos, es entre el respeto a la ley y la anarquía disfrazada de "progresismo". La ciudadanía debe preguntarse seriamente: ¿queremos un futuro donde se premie la ilegalidad o un futuro donde se respete y defienda el Estado de Derecho?

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