Begoña Gerpe explica por qué se ha ido a vivir a Andorra - vía Wall Street Wolverine

Begoña Gerpe rompe el silencio: “Me he ido a Andorra para seguir hablando libremente”

En un contexto de creciente represión contra las voces disidentes en España, la comunicadora Begoña Gerpe ha tomado una decisión radical: exiliarse voluntariamente a Andorra. Su testimonio, difundido a través del canal Wall Street Wolverine, no es solo una declaración de principios, sino también una denuncia directa contra el sistema político y mediático que, según ella, busca silenciarla.

Gerpe no se ha ido por razones fiscales, como algunos intentan insinuar. Se ha ido porque teme por su libertad de expresión. En sus propias palabras, «si creen que me voy a callar, van a tener que meterme en la cárcel». Es una afirmación contundente, pero refleja el grado de persecución que muchas voces críticas denuncian sufrir en la España actual. Y no hablamos de una criminal, sino de una mujer que simplemente se niega a rendirse ante la maquinaria ideológica progresista que ha capturado las instituciones del Estado.

Andorra no forma parte de la Unión Europea, y aunque eso no la protege completamente de la injerencia española, le ofrece a Gerpe un muro mínimo de contención: una pequeña zona de libertad desde donde seguir emitiendo sus ideas sin temor a represalias inmediatas. La persecución judicial en España, como ella señala, puede arruinarte la vida: una condena, incluso sin prisión, puede suponer la imposibilidad de residir legalmente en otros países europeos por tener antecedentes penales. Esto ya no se trata de derecho penal, se trata de control social.

La situación es aún más alarmante si tenemos en cuenta lo que ella denuncia: que su propio dinero, sus impuestos, están siendo usados para financiar a las mismas instituciones y organizaciones que buscan aplastarla. «Me niego a pagar con mis impuestos a quienes me quieren destruir», dice. Es el grito de quienes han visto cómo el Estado de derecho se convierte en herramienta de censura y represión ideológica.

Begoña también revela que se ha quedado sin recursos económicos, pero que eso no le importa. «¿Me he quedado sin dinero? Sí. ¿Estoy feliz por haberme quedado sin dinero? También». En una sociedad donde el confort material se considera sinónimo de éxito, su testimonio es profundamente contracultural. Prefiere perderlo todo antes que perder su voz.

El caso de Gerpe pone sobre la mesa una conversación que en España se intenta esquivar: el uso del aparato judicial para silenciar opositores, la sumisión de los medios públicos a intereses ideológicos, y la erosión progresiva de las libertades civiles. En tiempos de censura disfrazada de “protección contra el discurso de odio”, hay quienes todavía están dispuestos a perderlo todo con tal de seguir diciendo la verdad.

Desde su pequeño refugio en Andorra, Begoña Gerpe sigue resistiendo. Con más fuerza que nunca, y con la convicción de que su causa es justa. Si la libertad de expresión muere en Europa, no será por falta de advertencias. Será porque demasiados miraron hacia otro lado.

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