La Vergonzosa Agenda LGBT del embajador James Brewster

La Vergonzosa Agenda LGBT del Embajador James Brewster: Diplomacia Secuestrada por la Ideología

Durante años, los Estados Unidos han contado con embajadores en todo el mundo cuyo propósito principal ha sido fortalecer relaciones diplomáticas, fomentar intercambios comerciales y representar los valores fundacionales del país. Sin embargo, el caso del exembajador James Wally Brewster en la República Dominicana marcó una preocupante desviación de esa tradición: una embajada transformada en plataforma ideológica, más interesada en promover una agenda LGBT que en cumplir con su rol diplomático.

James Brewster no llegó como cualquier diplomático. Desde el inicio de su mandato, impuso una narrativa completamente alejada de los objetivos oficiales de un embajador. En lugar de centrarse en fortalecer los lazos económicos y geopolíticos entre Estados Unidos y la República Dominicana, utilizó su posición para encabezar una campaña de activismo social, elevando su orientación sexual como eje de todas sus intervenciones públicas. La embajada estadounidense dejó de ser un lugar de diplomacia para convertirse en un centro de promoción LGBT, con banderas del orgullo gay ondeando al lado del pabellón de las barras y estrellas.

Esto no pasó desapercibido. El pueblo dominicano, mayoritariamente conservador y respetuoso de sus valores tradicionales, reaccionó con indignación. Numerosos ciudadanos y organizaciones protestaron ante el gobierno, exigiendo respeto a la soberanía cultural del país y a la función diplomática establecida por el derecho internacional. La presencia del embajador Brewster en instituciones educativas, no para hablar de cooperación bilateral, sino para imponer conceptos de ideología de género a menores, fue especialmente controversial. Lo que debió ser una representación sobria y seria de los Estados Unidos se transformó en una cruzada política en nombre del progresismo radical.

El argumento más repetido por los dominicanos fue claro: la orientación sexual de un embajador es un tema privado, no una bandera política. Un embajador no representa sus preferencias personales, sino a toda una nación. Y Estados Unidos no es, ni debe ser, una herramienta para exportar agendas ideológicas a naciones soberanas. La función de un embajador es negociar tratados, facilitar el comercio, proteger los intereses estadounidenses y respetar la cultura del país anfitrión, no adoctrinar a la juventud ni provocar tensiones innecesarias en nombre de causas particulares.

La administración Obama, que designó a Brewster, fue severamente criticada por convertir el Departamento de Estado en un brazo de la ideología woke. Este nombramiento, más simbólico que estratégico, dejó huellas negativas en la percepción de Estados Unidos en muchos países latinoamericanos. No se trató de inclusión, sino de imposición; no fue diplomacia, fue activismo ideológico con credencial diplomática.

Afortunadamente, este episodio abrió los ojos de muchos conservadores tanto en Estados Unidos como en América Latina. Hoy, más que nunca, los pueblos claman por embajadores que vuelvan a centrarse en lo que realmente importa: la defensa de los intereses de sus países, la soberanía de sus valores y el respeto mutuo. Exportar agendas ideológicas a otras naciones no solo erosiona la credibilidad de Estados Unidos, sino que también crea resentimientos innecesarios con aliados clave en la región.

Es hora de que la diplomacia estadounidense retome su camino y se aleje de experimentos sociales disfrazados de misiones oficiales. La representación internacional debe ser seria, sobria y centrada en resultados concretos, no en gestos simbólicos que desprecian la idiosincrasia de otras naciones. Lo que hizo James Brewster fue una vergüenza diplomática que no debe repetirse.

#AgendaLGBT #EmbajadorBrewster #DiplomaciaWoke #DefendamosLosValores #NoALaImposición #ConservadurismoLatino #SoberaníaCultural