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2023/11/26 PREDICA “COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS” Rev. Neftalí Oller
RESUMEN
TEMA
EL TEMOR DEL SEÑOR Y LA AMISTAD INTIMA CON DIOS
El tema se desarrolla en torno a la diferencia entre el "temor de Dios" y el "temor a Dios". El predicador enfatiza que el temor de Dios no es miedo ni pavor, sino un respeto reverente que lleva a una relación íntima con Él. Este temor se traduce en una vida de obediencia, santidad y aborrecimiento del pecado, elementos esenciales para mantener una comunión cercana con Dios.
VERSICULOS USADOS
Proverbios 8:13
"El temor del Señor es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa aborrezco."
Este versículo establece que el temor del Señor no es un sentimiento de miedo, sino una disposición activa de aborrecer el pecado y caminar en santidad. Aborrecer lo que Dios aborrece es el primer paso hacia una amistad íntima con Él.
Malaquías 2:5
"Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado."
Aquí, el temor del Señor se describe como una respuesta de humildad y reverencia ante su pacto de vida y paz. Es una relación basada en reconocimiento, no en temor al castigo.
Romanos 6:4
"Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva."
Este versículo conecta el bautismo con la entrada a una vida nueva, resaltando que solo a través de esta obediencia se puede experimentar una relación íntima con Dios.
Juan 14:6
"Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí."
Este pasaje refuerza la exclusividad de Jesús como el único medio para tener una relación íntima con Dios.
IDEAS PRINCIPALES
El temor del Señor no es miedo, es reverencia.
La diferencia entre "temor de Dios" y "temor a Dios" radica en que este último implica miedo y alejamiento, mientras que el temor del Señor acerca al creyente a una comunión con Dios.
La relación íntima con Dios requiere obediencia y santidad.
No basta con arrepentirse; es necesario aborrecer el pecado, ser bautizado en el nombre de Jesús y buscar una vida en santidad para mantener una amistad íntima con Dios.
El nombre de Jesús es clave para la salvación.
No hay salvación fuera del nombre de Jesús. Él es la única vía para la redención y la relación con el Padre.
IDEAS SECUNDARIAS
El pecado trae culpa y separación de Dios.
Como ilustrado en el relato de Adán y Eva, el pecado hace que las personas intenten esconderse de Dios, pero su gracia siempre busca restaurar la relación.
La fe verdadera implica confianza total en Dios.
La fe no es solo un sentimiento; es una certeza que lleva al creyente a buscar a Jesús en todas las circunstancias, reconociéndolo como el único que puede salvar.
La humildad es esencial para acercarse a Dios.
La verdadera relación con Dios se da cuando el creyente reconoce su incapacidad y se rinde completamente a Él.
APLICACIÓN Y PRACTICA EN LA VIDA CRISTIANA
Aborrecer el pecado.
Los cristianos deben aprender a odiar el pecado en todas sus formas, alineando sus vidas con la voluntad de Dios.
Fortalecer la comunión diaria con Dios.
Oración, lectura de la Biblia y obediencia constante son esenciales para una relación íntima con el Señor.
Reconocer la importancia del nombre de Jesús.
Proclamar el nombre de Jesús no como una fórmula, sino como una expresión de fe, obediencia y salvación.
NOTAS
1. Relatos personales de su ministerio en Cuba, enfrentando persecuciones y detenciones, subrayando su fe y amor por Dios.
2. Enfatizó la diferencia entre el temor reverente y el miedo al castigo.
3. Usó referencias a la salvación a través del bautismo y el arrepentimiento, conectándolo con su experiencia de conversión.
4. Ejemplos bíblicos como Moisés y el llamado a una relación íntima con Dios.
CONCLUSION
El Reverendo Oller cerró su mensaje invitando a la congregación a profundizar su amistad con Dios. Recalcó que una relación íntima con Él no se basa en ritos o miedo, sino en amor, obediencia y un respeto reverente. Llamó a todos a rendirse completamente al Señor y a caminar en su luz y verdad.
REFLEXION
La predicación del Reverendo Neftalí Oller es un recordatorio de que Dios nos llama a una relación personal e íntima. Más allá de los rituales religiosos, lo que importa es el corazón del creyente, un corazón dispuesto a aborrecer el pecado, a obedecer a Dios y a buscarle sinceramente. En un mundo lleno de distracciones y superficialidades, esta predicación desafía a la iglesia a volver a lo esencial: el temor del Señor como fundamento para una vida en santidad y comunión con Él.
TRANSCRIPCION
Esta historia que compartió nuestro pastor ocurrió en el año 1994. En Puerto Rico, como dicen, ha llovido bastante desde entonces, pero no tenemos miedo al enemigo. Vamos a leer una escritura para que luego puedan tomar su lugar, en Proverbios 8:13: "El temor del Señor es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa aborrezco". ¿Cuántos quieren en esta mañana que el Señor hable a su corazón, sin miedo, sin temor, sin el temor del mundo, porque vamos a hablar del temor a Dios? Yo quiero que Dios hable a mi vida porque lo necesito. Yo soy débil; Él es todopoderoso. Yo soy pecador; Él nunca pecó. Entonces, Él es el único autorizado a venir y hablarnos y a vivir en nuestras vidas por medio de su Santo Espíritu. Vamos a orar y darle gracias; pídale al Señor por lo que usted necesita en esta mañana. "Padre, en el nombre de Jesucristo, estamos ante tu presencia para honrarte en este día y alabarte, Señor. Queremos esa palabra viva, que hable a este pueblo y a nuestros corazones. Señor, queremos vivir para ti, andar en la senda antigua conforme a tu palabra, a tu voluntad. En el nombre de Jesús, amén".
Pueden tomar su lugar, hermanos. Continuando la historia, yo había comenzado a viajar desde Puerto Rico como ayudante del misionero Horacio Lejano a la isla de Cuba en el año 1992. Era pleno apogeo del régimen de Fidel Castro. Todavía estaba vivo y había muchas restricciones en Cuba, tal vez más de las que hay hoy. En el año 1993 fui llamado por el servicio secreto de Cuba; me citaron a su despacho, a su oficina, y me hicieron grandes interrogaciones. Entre ellas, me acusaron de ser un espía de la CIA de Estados Unidos. Eran cosas inventadas y nada más. Estuve detenido, pero ellos me pusieron en libertad. Sin embargo, al despedirme, el oficial de la seguridad del estado me dijo: "No vuelva más a Cuba, no vuelva más a Cuba". Al año siguiente, 1994, yo estaba en Cuba nuevamente. Me llamaron; yo me encontraba en Santa Clara, en el centro de la isla, y me pidieron que corriera rápidamente a La Habana porque la seguridad del estado quería hablar conmigo. Cuando entré al despacho, me encontré con el mismo oficial que me había dicho que no volviera. Él me dijo: "¿No le dije que no volviera más a Cuba?" Yo le respondí: "Yo he vuelto porque amo a Cuba". Y si usted cree que él aceptó esto, está equivocado. Él me dijo: "Nadie, ningún extranjero puede amar a Cuba o debe amar a Cuba". Luego despacharon a mi esposa, que andaba conmigo, hasta la escalinata del avión. Hasta que el avión no cerró las puertas, los agentes de la seguridad no se retiraron del lugar. Antes me habían dicho: "Usted es non grato". En otras palabras, no nos querían más allí. Pero, hermanos, no era ninguna de esas situaciones que ellos exponían, sino que fuimos a llevar un nombre tan grande y poderoso como el de Jesús.
Usted tiene que abrir su boca y pronunciar ese nombre, sentirlo en su corazón, en su mente, en su alma. El nombre de Jesús no es solo una expresión cualquiera; es un nombre profundo, poderoso. Esta mañana quiero hablar de la amistad íntima con Dios. No es lo mismo tener un amigo que tener un amigo íntimo. Con un amigo íntimo hay más confianza; con un amigo íntimo, usted se siente más seguro. Usted comunica cosas que a otros no les diría. Con un amigo íntimo hay un nivel de relación más profundo. Así es con Dios.
Yo quiero hablar esta mañana sobre el temor de Dios, porque muchas veces confundimos el temor de Dios con el temor a Dios. No es lo mismo. La palabra dice "el temor de Dios", y el temor a Dios sería tener miedo, pero eso no es lo que Él desea. Él no quiere que le tengamos miedo. El temor del Señor es otra cosa. Es un camino importante; no es tenerle miedo a Dios porque Él nos creó para su gozo, para que tengamos su amistad y una relación íntima con Él. Esa fue y es la voluntad de Dios.
Usted no tiene que temer acercarse a Él y decirle: "Señor, quiero entrar a tu presencia, quiero estar en el lugar Santísimo". Porque a los hombres y mujeres que el Señor ha perdonado sus pecados, porque se arrepintieron de ellos, les ha dado el privilegio de acercarse. Pero ¿sabe usted que para ser salvo es necesario, no opcional, arrepentirse? El arrepentimiento es el primer paso, pero no es suficiente. Arrepentirse significa cambiar de dirección, caminar hacia otra vía. Y después de arrepentirse, hay algo más: es necesario ser sepultado con Cristo en el bautismo, para morir al pecado, como Él murió y resucitó por su propia gloria. Así nosotros debemos andar en una vida nueva.
La vida nueva no es solo un cambio superficial; es una relación profunda, una relación íntima con Dios. Él nos ha sentado en lugares celestiales con Cristo Jesús. Quizás usted no lo siente ahora porque estamos aquí en este mundo, pero Dios nos ve en su trono. Porque Él es eterno, no tiene tiempo; Él lo ve todo como ya hecho. El temor del Señor, como leímos en el versículo, es aborrecer el mal. No es suficiente apartarse del pecado, no es suficiente decir: "Yo me arrepentí". Para tener una comunión íntima con Dios, tenemos que aprender a aborrecer el pecado, a detestar lo que Dios detesta. Esto es fundamental.
Dios vino a este mundo manifestado en carne. Él no envió a otro; Él mismo tomó forma humana para hacer lo que nadie más podía hacer. Y estando nosotros en delitos y pecados, Él murió por nosotros. No lo merecíamos, pero lo hizo porque nos amó. Ninguno de nosotros podía presentarse como sacrificio delante de Dios, porque todos somos pecadores. Pero Él, tomando forma de hombre, se humilló y vino para salvarnos.
Cuando Adán y Eva pecaron, tuvieron miedo. ¿Por qué? Porque el pecado te hace sentir culpable. El pecado trae separación de Dios. Pero Él no quiere que vivamos en miedo. Él quiere que tengamos confianza en Él, que tengamos una relación íntima con Él. En Malaquías 2:5 dice: "Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado". Ese es el verdadero temor de Dios: un respeto reverente, una humillación ante su grandeza, no un miedo que nos aleje de Él.
Adán pensó que podía esconderse de Dios, pero nadie puede esconderse de su presencia. Él lo sabe todo, lo ve todo. Él es omnipresente y omnisciente. El salmista dijo: "No está aún la palabra en mi boca, y ya tú lo sabes todo". Él conoce nuestras vidas desde el principio hasta el fin. Él no vino para condenarnos; vino para darnos vida y vida en abundancia.
Pero hay algo que debemos entender: la salvación no es automática. Es necesario arrepentirse, bautizarse en el nombre de Jesús para el perdón de los pecados y recibir el Espíritu Santo. Sin esto, no podemos tener una relación íntima con Dios. El arrepentimiento nos limpia, pero es el bautismo en el nombre de Jesús el que nos introduce en una nueva vida, y el Espíritu Santo el que nos da el poder para vivir en santidad.
Dios nos ha llamado a una amistad íntima con Él, una relación donde podemos confiarle todo, donde podemos acercarnos sin miedo. Pero eso requiere obediencia, requiere que vivamos conforme a su palabra. Él nos llama a ser santos, porque Él es santo.
Es necesario comprender la importancia del nombre de Jesús. Muchas veces escuchamos a la gente decir: "En el nombre de Dios", pero ¿cuál es el nombre de Dios? Jesús. Ese es el nombre que sobrepasa todo nombre, el único en el cual hay salvación. Cuando los fariseos cuestionaron a Jesús, Él les dijo: "Si no creéis que Yo soy, en vuestros pecados moriréis". Ellos conocían su nombre, sabían que se llamaba Jesús, pero no entendían que Él era "Yo soy", el mismo Dios manifestado en carne, el creador de todas las cosas.
Cuando Moisés fue llamado por Dios para liberar a Israel de Egipto, tuvo dudas. "¿Quién soy yo para ir delante de Faraón?", preguntó. Pero Dios le respondió: "Yo estaré contigo". Moisés no estaba solo, y nosotros tampoco lo estamos. El Dios que llamó a Moisés es el mismo que nos llama hoy. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Y si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
A veces sentimos que no somos capaces, que no tenemos lo que se necesita para servir a Dios, pero eso es porque estamos mirando nuestras limitaciones en lugar de mirar el poder de Dios. Él no busca personas perfectas; busca corazones dispuestos. Él es quien nos capacita, quien nos da las fuerzas. Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.
El temor de Dios no es para alejarnos de Él, sino para acercarnos. Es un temor que nos lleva a humillarnos, a reconocer nuestra necesidad de Él. Cuando entendemos esto, nuestra relación con Él cambia. Ya no nos escondemos como Adán, sino que corremos a su presencia. En su presencia hay plenitud de gozo, delicias a su diestra para siempre.
Hay un llamado en esta mañana a renovar nuestra relación con Dios, a profundizar nuestra amistad con Él. No importa cuánto tiempo llevemos en la iglesia o cuánto conocimiento tengamos; siempre podemos acercarnos más, amarlo más, conocerlo más. Él desea una relación íntima con cada uno de nosotros.
Alguien aquí necesita escuchar esto: Dios no te ha olvidado. Él conoce cada lágrima, cada lucha, cada carga que llevas. Y Él está aquí para recordarte que no estás solo. Él está contigo, incluso en los momentos más oscuros. Y si hoy sientes que has perdido esa cercanía con Dios, este es el momento para renovarla.
El mundo puede llenarnos de polvo, de cargas, de preocupaciones, pero en la presencia de Dios encontramos limpieza, paz, restauración. Ven a Él con un corazón sincero, con humildad, y Él hará cosas grandes en tu vida. No hay nada que Él no pueda hacer. Lo que es imposible para nosotros, para Él es posible.
Dios está buscando corazones dispuestos, personas que digan: "Aquí estoy, Señor, úsame". No importa cuál sea tu pasado, lo que importa es lo que Él puede hacer contigo ahora. Él quiere usarte, quiere bendecirte, quiere hacer de ti un testimonio de su poder y su amor.
Hoy es el día de tomar esa decisión, de decir: "Señor, quiero amarte al máximo, quiero servirte con todo mi ser". No te preocupes por lo que otros piensen. Este es un asunto entre tú y Dios. Ven a Él con todo tu corazón y Él hará maravillas en tu vida.
Jesús es mi luz y mi salvación. Él es mi roca, mi refugio, mi fortaleza, mi libertador. No hay otro nombre como el de Jesús, no hay otro que pueda salvar. Él es el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Él. Hoy podemos acercarnos con confianza a su presencia porque su sangre nos ha limpiado, nos ha dado acceso al lugar Santísimo.
En este momento quiero invitar a todos aquellos que deseen renovar su relación con Dios, que quieran estrechar los lazos de amistad con Él. No importa si ya lo has hecho antes; siempre podemos acercarnos más. Este es el momento para decirle: "Señor, aquí estoy, quiero más de ti en mi vida".
Dios busca corazones sinceros, no corazones perfectos. Él sabe que somos humanos, que fallamos, que a veces nuestras fuerzas no alcanzan, pero Él está dispuesto a hacer lo que nosotros no podemos hacer. Su misericordia es infinita, su amor no tiene límites. Y aunque muchas veces nos alejemos, Él siempre está ahí, con los brazos abiertos, esperándonos, llamándonos. Eso es lo que significa una amistad íntima con Dios: saber que, sin importar qué tan lejos hayamos ido, siempre podemos volver a Él.
Quiero compartir algo que me marcó profundamente en mi caminar con Dios. Durante los años que prediqué en Cuba, había momentos en los que las puertas se cerraban, momentos en los que parecía que el enemigo tenía la última palabra. Pero en medio de esas pruebas, el Señor siempre se glorificaba. Una vez, mientras estaba detenido, un oficial me dijo: "¿Por qué sigues viniendo aquí? ¿No ves que nadie te quiere?". Y yo le respondí: "Porque Dios me ama, y porque Él me ha enviado aquí". Ese amor, esa certeza de que Dios está conmigo, fue lo que me sostuvo en los momentos más difíciles.
Eso es lo que Dios quiere que entiendas hoy. Él está contigo, Él nunca te dejará. No importa lo que enfrentes, Él es tu fortaleza, tu refugio, tu socorro en las tribulaciones. Y aunque las circunstancias parezcan imposibles, recuerda que para Dios no hay nada imposible.
Hermano, hermana, hoy es el día de tomar una decisión. No basta con decir que creemos en Dios; debemos vivir para Él, debemos caminar en su verdad, debemos aborrecer el pecado y buscar la santidad. El Señor nos llama a una relación más profunda, a una comunión más íntima. No pierdas esta oportunidad. Ven a Él con todo tu corazón.
Quiero que te preguntes algo: ¿Qué tan íntima es tu relación con Dios? ¿Cuánto tiempo pasas en su presencia, buscando su rostro, escuchando su voz? Dios no quiere una relación superficial. Él quiere todo de ti, porque Él ya lo dio todo por ti. Él entregó su vida, derramó su sangre para que tú pudieras tener vida eterna.
Hay algo especial en esta mañana. Siento que el Espíritu Santo está moviéndose entre nosotros, tocando corazones, llamando a las almas. No resistas su llamado. Si sientes que Dios está hablando a tu vida, no lo ignores. Este es el momento de responder, de decirle: "Aquí estoy, Señor. Haz tu voluntad en mí".
El Señor no busca sacrificios externos; Él busca corazones entregados. Él no necesita que le demos cosas materiales; lo que Él desea es nuestra obediencia, nuestro amor, nuestra entrega total. Y cuando le damos todo, Él hace cosas que jamás podríamos imaginar. Él transforma nuestras vidas, nos da propósito, nos llena de su paz y de su gozo.
Quiero terminar con esto: Jesús es el único camino. No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. Si aún no lo has hecho, hoy es el día de entregarle tu vida a Él, de reconocerle como tu Señor y Salvador. No hay nada más importante, nada más valioso que tener una relación íntima con Dios.
Ahora, mientras el coro comienza a entonar un himno, quiero invitarte a que pases al altar. Ven con un corazón humilde, dispuesto a buscar más de Dios. Él está aquí, esperándote. No dejes pasar esta oportunidad. Si necesitas renovar tu relación con Él, este es el momento. Si quieres más de su presencia en tu vida, este es el momento. Si deseas caminar en santidad y en obediencia, este es el momento.
Ven, no te detengas. El Señor está aquí. Él quiere llenarte, quiere restaurarte, quiere darte una nueva dirección. Este es tu momento, este es tu día. Responde a su llamado. Él está esperándote con los brazos abiertos.
Mientras el coro entona ese himno lleno de adoración, la presencia de Dios se siente en este lugar. Hay un mover especial. Cada palabra, cada nota parece invitar a los corazones a rendirse completamente al Señor. Este no es un momento cualquiera; es un momento divino, un momento en el que Dios está extendiendo su mano para alcanzarte, para tocarte, para transformarte.
Yo no sé por lo que estás pasando. No conozco las luchas que has enfrentado, pero sí sé que Dios las conoce. Él sabe todo sobre ti: tus pensamientos, tus temores, tus anhelos. Y Él está aquí para decirte que no estás solo, que nunca lo has estado, y que nunca lo estarás mientras permanezcas en Él.
El Señor quiere ser tu amigo íntimo, tu refugio, tu fortaleza, tu guía. Pero para tener esa amistad, debemos rendirle todo. No podemos acercarnos a Dios a medias. Él no quiere una parte de tu corazón; Él quiere todo tu ser. Quiere que le busques con sinceridad, que le ames con todo lo que tienes, con todo lo que eres.
Recuerdo tantas veces en mi vida en las que pensé que no podía seguir adelante. Momentos en los que las pruebas parecían demasiado grandes, las cargas demasiado pesadas. Pero cada vez, el Señor estuvo allí. Él es fiel. Cuando clamamos a Él, Él responde. Cuando le buscamos, le hallamos. Cuando le entregamos todo, Él nos da mucho más de lo que podríamos imaginar.
Este es el Dios al que servimos. Un Dios que no solo es poderoso, sino también misericordioso. Un Dios que no solo tiene todo bajo control, sino que también cuida de cada detalle de tu vida. Él es un Dios personal, un Dios cercano, un Dios que quiere caminar contigo cada día.
Si aún no has pasado al altar, quiero animarte a que lo hagas. No importa lo que otros piensen. Este no es un momento para preocuparte por las apariencias; este es un momento entre tú y Dios. Ven con un corazón dispuesto, con un espíritu humilde. Ven y dile: "Señor, aquí estoy. Haz tu obra en mí. Transfórmame. Lléname. Úsame".
El Señor no rechaza a nadie que venga a Él con un corazón sincero. Su amor es tan grande, su gracia tan infinita, que siempre hay lugar para uno más en su presencia. Hoy es tu oportunidad de experimentar ese amor de una manera nueva, de comenzar una nueva etapa en tu caminar con Dios.
Mientras veo a algunos acercándose, no puedo evitar recordar las palabras de Jesús: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". Este es el descanso que solo Él puede dar. Este es el gozo que solo Él puede traer. Este es el propósito que solo Él puede darte.
Aprovecha este momento. Este es el día que hizo el Señor, un día para salvación, un día para renovación, un día para empezar de nuevo. Si estás listo, da ese paso de fe. Dios está esperando por ti.
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