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El 9 de noviembre, el pseudopapa Bergoglio solicitó la renuncia del obispo Joseph Strickland, fiel a la enseñanza católica. Cuando el obispo se negó, lo destituyó ilegalmente dos días después. Bergoglio, siendo archihereje, detenta el papado. Ha incurrido varias veces en el anatema divino por herejías y por idolatría pública. Como hombre que se ha excomulgado de la Iglesia, de ninguna manera puede ser su cabeza.
Jorge Bergoglio ahora está presionando para que la Iglesia bendiga las uniones sodomitas. En 2022, se entregó públicamente a Satanás en Canadá. ¡Él no puede ser ni es el vicario de Cristo en la tierra!
Cuando se le preguntó al cardenal Müller si el obispo Strickland estaba obligado a obedecer a Bergoglio y renunciar, el cardenal respondió claramente que no.
El cardenal Müller escribió para First Things: «Enseñar en contra de la fe apostólica privaría automáticamente al papa de su cargo». En una entrevista con LifeSiteNews, el cardenal Müller afirmó que el papa Francisco todavía no había incurrido en una herejía formal y, por lo tanto, no había perdido su cargo.
Entendemos que el cardenal Müller en su posición no quiso decir directamente que Francisco no había perdido su cargo porque, como hereje consciente, nunca lo había tenido según la bula dogmática de Pablo IV Cum ex apostolatus officio.
Pues está más claro que el agua que Francisco es un archihereje empedernido sin paralelo en la historia. Quienes tienen oídos para oír y ojos para ver no pueden tomar la declaración del cardenal Müller como algo más que una ironía deliberada.
O si su declaración no pretendía ser una ironía, entonces, como algunos de los Padres de la Iglesia, ha cometido un error teológico, o una herejía material, de la que tiene que arrepentirse. De lo contrario, esta herejía acarrearía un daño trágico a los católicos.
En cuanto al aspecto formal de la herejía, Bergoglio comete herejías no solo voluntaria y conscientemente, sino también con determinación, progresivamente y con astucia. Así, Jorge Bergoglio ha hecho caer sobre sí mismo el múltiple anatema de Dios y es un papa ilegítimo. Müller califica la aprobación por parte de Bergoglio de la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo como una «herejía práctica».
San Roberto Belarmino dice acerca de un papa hereje: «Un papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho cesa de ser papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro del cuerpo de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia» (De Romano Pontifice, II, 30).
Esta posición clara de San Belarmino, doctor de la Iglesia, y de la bula Cum ex apostolatus officio de Pablo IV es también la posición del ex nuncio de EE. UU., Carlo Maria Viganò, quien no considera a Bergoglio un papa legítimo.
Los católicos deben arrepentirse y respetar la verdad de que un hereje no es un papa válido. Quienes le obedecen ponen en grave peligro su salvación. Si los Estados Unidos, a través de los falsos profetas, incluido el obispo Schneider, continúan sometiéndose al siervo de Satanás, quien incluso se ha entregado públicamente a él en Canadá, la maldición caerá sobre ellos trayendo consigo la ceguera espiritual, la apostasía masiva y la decadencia moral.
El obispo Schneider afirma falsamente: «El papa obtiene su autoridad directamente de Dios y no de la Iglesia; por lo tanto, la Iglesia no puede deponerlo por ninguna razón».
Respondemos: El pseudopapa herético obtiene un anatema —o excomunión de la Iglesia— directamente de Dios. Por lo tanto, la Iglesia obediente a Dios ya no puede considerarlo papa.
Cita de Schneider: «El caso extremadamente raro de un papa herético… debe, en última instancia, ser soportado y sufrido…».
La bula dogmática de Pablo IV en ninguna parte afirma que un pseudopapa herético deba ser soportado y sufrido. Por el contrario, declara: «Si en algún tiempo aconteciese que un obispo... o un cardenal, o electo pontífice romano que antes de su promoción al cardenalato o asunción al pontificado, se hubiese desviado de la fe católica, o hubiese caído en herejía, la promoción o la asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto».
Al final de su bula, Pablo IV declara: «Por lo tanto, a hombre alguno sea lícito infringir esta página de decretos o por temeraria osadía contradecirlos. Pero si alguien pretendiese intentarlo, sepa que habrá de incurrir en la indignación de Dios Omnipotente y en la de sus santos apóstoles Pedro y Pablo» (15 de febrero de 1559).

¿Qué debería hacer el obispo Strickland en esta situación?
Debería escribir una carta pastoral a los católicos sinceros pero confundidos explicándoles que si obedecía a Bergoglio, traicionaría tanto a Cristo como a ellos. Pronto, en virtud de esta falsa obediencia, su sucesor y los fieles tendrían que aceptar la bendición de las parejas del mismo sexo y la eliminación del sacramento del altar y luego, paulatinamente, del sacramento del orden.
Con su carta pastoral y con su postura de permanecer valientemente con su rebaño, en su lugar, y no someterse al archihereje y su secta, el obispo Strickland sentará un precedente para detener el proceso suicida no solo en la Iglesia católica en EE. UU., sino en todo el mundo.
En este momento, literalmente en estas horas, la lucha psicológica y espiritual está llegando a su clímax. Los católicos estadounidenses tienen la obligación de apoyar al obispo Joseph en este momento crucial, para que permanezca fiel a Dios y no se vaya. Los tópicos sobre la supuesta voluntad de Dios y sobre la supuesta obediencia a un hereje manifiesto son una traición a Cristo y una desobediencia a Dios.
Si Texas no defiende a su obispo en esta coyuntura crítica, y si el obispo Strickland se ve obligado por una falsa opinión pública a respetar las órdenes destructivas de un hereje que se opone a Dios, se iniciará un proceso de avalancha. El cristianismo en Estados Unidos se desvanecerá gradualmente, al igual que en Alemania, Bélgica, los Países Bajos y en otros países.

Estimado obispo Joseph, Dios ha permitido que esta prueba de fe y fidelidad llegue tal como la permitió en la vida de muchos santos obispos en el pasado que defendieron la fidelidad a la enseñanza católica. ¡No abandones tu cargo! Texas es un territorio católico, donde hay un gobierno católico; este gobierno no te despedirá, como podría ocurrir en otros estados de EE.UU. donde los demócratas están en el poder. Sienta un precedente de fidelidad a Cristo para todos los obispos católicos en esta dura prueba para la Iglesia. No te sometes en falsa obediencia al hombre que ocupa ilegalmente el más alto cargo como un archihereje con el fin de anular las leyes de Dios. Él derriba todos los pilares de la fe y la moral. Se ha entregado a Satanás y promueve el matrimonio sodomita. Lo que Dios quiere de ti es un acto concreto de fidelidad a Jesucristo y al rebaño que te ha sido confiado. ¡No abandones a tu rebaño! ¡Mantente firme! ¡Lucha! ¡Defiende la fe! Tu testimonio de Cristo conmoverá a todo EE. UU. y a todo el mundo católico. ¡No seas cobarde; no huyas de la lucha! No te dejes engañar por aquellos que te dirán que debes obedecer y que es la voluntad de Dios que te vayas por amor a Dios. ¡Esta es una mentira fatal! ¡Permanece en la verdad, en la verdadera voluntad de Dios, y no te vayas! Si hay alguna duda sobre cuál es la voluntad de Dios, yo testifico ante Dios que la voluntad de Dios es que te quedes y continúes luchando por Cristo.