Thomas Sowell - Clima tormentoso y política

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CLIMA TORMENTOSO Y POLÍTICA

Por Thomas Sowell
Publicado el 3 de febrero de 2015

Fue refrescante ver a los meteorólogos disculparse por sus nefastas y erróneas predicciones de una tormenta de nieve sin precedentes que habían dicho que devastaría el noreste. Fue una gran tormenta, pero el noreste ha visto muchas tormentas de nieve grandes antes y probablemente volverá a ver muchas tormentas de nieve grandes. Eso se llama invierno.

Desafortunadamente, no es probable que escuchemos disculpas similares de aquellos que han estado promoviendo la histeria del "calentamiento global" durante años, desafiando los datos que no se ajustan a sus modelos climáticos. Lo que está en discusión no es si hay un "cambio climático", que nadie ha negado nunca, sino si las predicciones específicas de la multitud del "calentamiento global" en cuanto a la dirección y magnitud de los cambios de temperatura en todo el mundo se mantienen a lo largo de los años.

La prueba definitiva de cualquier modelo teórico no es qué tan fuerte se proclame, sino qué tan bien se ajusta a los hechos. Los modelos climáticos que tienen un historial poco impresionante de ajustarse a los hechos del pasado o del presente difícilmente son una razón para que confiemos en ellos para el futuro.

Armar un modelo exitoso, de cualquier cosa, es mucho más complicado que identificar qué factores afectan qué resultados. Cuando intervienen muchos factores, lo cual es común, el desafío es determinar con precisión cómo esos factores interactúan entre sí. Es mucho más fácil decirlo que hacerlo cuando se trata del clima.

Todos pueden estar de acuerdo, por ejemplo, en que el calor de la luz solar es mayor en los trópicos que en las zonas templadas o cerca de los polos. Pero, las temperaturas más altas jamás registradas en Asia, África, América del Norte o América del Sur se registraron fuera, repito, FUERA de los trópicos.

Ninguna parte de Europa se encuentra en los trópicos, pero las temperaturas récord en ciudades europeas como Atenas y Sevilla han sido más altas que las temperaturas más altas jamás registradas en ciudades prácticamente en el ecuador, como Singapur en Asia o Nairobi en África.

Nada de esto refuta el hecho científico de que la luz del sol es más caliente en los trópicos. Pero sí indica que hay otros factores que intervienen en las temperaturas en la tierra.

No es solo el calor de la luz solar, sino su duración, lo que determina cuánto calor se acumula. El sol brilla en el ecuador unas 12 horas al día durante todo el año. Pero, en las zonas templadas, el sol brilla más horas durante el verano, casi 15 horas al día en la latitud de Sevilla o Atenas.

Tampoco se trata solo de la cantidad de luz solar que cae sobre el planeta, sino también de la cantidad de esa luz solar bloqueada por las nubes y reflejada de regreso al espacio. En un momento dado, aproximadamente la mitad de la tierra está protegida por nubes, pero la nubosidad varía mucho de un lugar a otro y de una época a otra.

La región mediterránea es famosa por sus días despejados de verano. Las horas anuales de luz solar en Atenas son casi el doble que en Londres, y en Alejandría, Egipto, hay más del doble de horas anuales de luz solar que en Londres.

¿Qué tan sorprendidos deberíamos estar de que las ciudades alrededor del Mediterráneo (Alejandría, Sevilla y Trípoli) hayan tenido temperaturas de 110 grados o más, mientras que muchas ciudades tropicales no las han tenido? Las nubes y la lluvia son comunes en los trópicos.

Las ciudades estadounidenses como Phoenix y Las Vegas a menudo alcanzan temperaturas de verano de 110 grados o más, porque están ubicadas donde no hay tantas nubes durante el verano como es común en la mayoría de los otros lugares, incluida la mayoría de los lugares en los trópicos. Las temperaturas más altas de la tierra se han alcanzado en Death Valley, California, por la misma razón, aunque no está en los trópicos.

Poner nubes en los modelos climáticos no es sencillo, porque cuanto más sube la temperatura, más agua se evapora, creando más nubes que reflejan más luz solar hacia el espacio. Tales hechos son bien conocidos, pero reducirlos a una fórmula específica y confiable que prediga las temperaturas globales es otra cosa.

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