Thomas Sowell - Por qué tener elecciones

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¿POR QUÉ TENER ELECCIONES?

Por Thomas Sowell
Publicado el 17 de septiembre de 2015

n un país con más de 300 millones de habitantes, es notable lo obsesionados que se han vuelto los medios con solo uno: Donald Trump. Lo que es aún más notable es que, después de seis años de repetidos desastres, tanto a nivel nacional como internacional, bajo un ególatra simplista en la Casa Blanca, tantos votantes potenciales están recurriendo a otro ególatra simplista para que sea su sucesor.

Sin duda, gran parte de la estampida de votantes republicanos hacia Trump se basa en su disgusto con el establecimiento republicano. El hecho de que los siguientes dos mayores votantes en las encuestas también sean completos extraños, el Dr. Ben Carson y la Sra. Carly Fiorina, refuerza la idea de que se trata de una protesta.

Es fácil entender por qué habría resentimientos reprimidos entre los votantes republicanos. Pero, ¿se celebran elecciones con el propósito de desahogar emociones?

Ningún líder nacional despertó emociones más fervientes que Adolf Hitler en la década de 1930. Mire algunos noticieros antiguos de multitudes alemanas delirantes de alegría al verlo. Las únicas cosas comparables en tiempos más recientes fueron las multitudes exultantes que saludaron a Barack Obama cuando irrumpió en la escena política en 2008.

Las elecciones, sin embargo, tienen consecuencias mucho más duraderas y mucho más graves, o incluso sombrías, que la descarga emocional. El historial actual de complacedores de masas, ya sea Juan Perón en Argentina, Obama en Estados Unidos o Hitler en Alemania, es muy aleccionador, si no dolorosamente deprimente.

Los medios parecen pensar que la participación en las elecciones es un gran problema. Pero la participación a menudo se acerca al 100 por ciento en países tan desgarrados por una amarga polarización que todos están muertos de miedo de lo que sucederá si gana el otro lado. Pero los momentos y lugares con baja participación electoral son a menudo momentos y lugares en los que no se despiertan tales temores por tener un partido contrario ganando.

A pesar de que muchas personas nos instan a todos a votar, como un deber cívico, el propósito de las elecciones no es la participación. El propósito es seleccionar personas para cargos, incluido el de presidente de los Estados Unidos. Quien tenga ese cargo tiene en sus manos nuestra vida, la vida de nuestros seres queridos y el destino de toda la nación.

Una elección no es un concurso de popularidad ni un premio al talento para el espectáculo. Si desea cumplir con su deber como ciudadano, debe convertirse en un votante informado. Y si no está informado, lo más patriótico que puede hacer el día de las elecciones es quedarse en casa. De lo contrario, su voto, basado en caprichos o emociones, es jugar a la ruleta rusa con el destino de esta nación.

Todo el alboroto sobre Donald Trump está distrayendo la atención de un gran campo de otros candidatos, algunos de los cuales tienen antecedentes sobresalientes como gobernadores, donde demostraron coraje, carácter e inteligencia. Otros tienen habilidades retóricas como Trump o un gran dominio de los temas, a diferencia de Trump.

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