Thomas Sowell - Una joya en Chicago

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UNA JOYA EN CHICAGO

Por Thomas Sowell

Publicado el 30 de agosto de 2016
Nos hemos acostumbrado tanto a ver presidentes de universidades y otros "líderes" académicos cediendo a tantas demandas escandalosas de pequeños grupos de estudiantes acosadores que es una sorpresa muy esperada ver una señal de que al menos una universidad importante ha mostrado algo de firmeza.

El Dr. Robert J. Zimmer, presidente de la Universidad de Chicago, se ha pronunciado en el lenguaje más sencillo contra la represión de las opiniones que difieren de la corrección política en los campus de todo el país.

"La libertad de expresión está en riesgo en la misma institución donde debería garantizarse: la universidad", dijo el Dr. Zimmer.

"A los oradores invitados se les retira la invitación porque un segmento de la comunidad universitaria los considera ofensivos, mientras que a otros oradores se les grita por razones similares", dijo. Se han hecho demandas para que se eliminen las lecturas asignadas en algunos cursos porque "podrían hacer que algunos estudiantes se sientan incómodos".

Lo peor de todo es que tales demandas "han sido apoyadas por los administradores universitarios", señaló el Dr. Zimmer.

En contraste con muchos otros colegios y universidades donde los códigos de expresión restringen lo que los estudiantes pueden y no pueden decir, los estudiantes de primer año que ingresan a la Universidad de Chicago han sido informados por una carta del Decano de Estudiantes que la "libertad de expresión" es uno de los "definitivos" de esa institución. características."

El Decano de Estudiantes lo explicó: "Se alienta a los miembros de nuestra comunidad a hablar, escribir, escuchar, desafiar y aprender, sin temor a la censura. El civismo y el respeto mutuo son vitales para todos nosotros, y la libertad de expresión no significa la libertad para acosar o amenazar a otros”.

Que tales cosas deban decirse es un doloroso comentario sobre el mundo académico en general. Es dudoso que tal declaración o política pueda hacerse en cualquiera de las universidades de la Ivy League, que son bastiones de la corrección política.

En Harvard, los oradores invitados no solo han sido gritados y, a veces, agredidos, sino que incluso el salón de clases de un profesor de Harvard fue invadido por estudiantes disruptivos a quienes no les gustaba lo que estaba enseñando. Tales cosas también han sucedido en Berkeley y otras instituciones de élite en todo el país, así como en instituciones menos reconocidas.

La singularidad de la Universidad de Chicago no es algo nuevo. En la década de 1960, cuando los disturbios en los campus se extendieron por todo el país y los administradores académicos cedieron incluso a las demandas más escandalosas, docenas de estudiantes disruptivos fueron simplemente expulsados de la Universidad de Chicago y docenas más fueron puestos en libertad condicional. Como dijo el profesor George J. Stigler, economista ganador del Premio Nobel, "nuestra facultad se unió detrás de la expulsión de un gran número de jóvenes bárbaros".

Pero ese apoyo de la facultad requería un sentido de misión, más allá de una vida tranquila en el campus en la que seguir la propia carrera. Incluso cuando la inflación de calificaciones se disparó y las calificaciones reprobatorias prácticamente desaparecieron en algunos colegios y universidades de todo el país, eso no fue cierto entre los profesores de economía que se habían formado en la Universidad de Chicago.

Una encuesta en el departamento de economía de la Universidad de Cornell, durante un año en la década de 1960 cuando enseñé allí, mostró que los únicos estudiantes que reprobaron cualquier curso de economía ese año fueron estudiantes que tomaron cursos impartidos por profesores que fueron capacitados en la Universidad de Chicago.

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