DK4 -48- La revelación de DÍOS como PADRE. Catecismo y Teología Básicos. Fray Nelson Medina.

1 year ago
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El Credo, que comienza calificando a Dios «Padre omnipotente», como meditamos la semana pasada, añade luego que Él es el «Creador del cielo y de la tierra», y retoma de este modo la afirmación con la que comienza la Biblia.

En el primer versículo de la Sagrada Escritura en efecto se lee: «Al principio creó Dios el cielo y la
tierra» (Gn 1, 1): es Dios el origen de todas las cosas y en la belleza de la creación se despliega su
omnipotencia de Padre que ama.

Dios se manifiesta como Padre en la creación, en cuanto origen de la vida, y, al crear, muestra su omnipotencia.

Las imágenes usadas por la Sagrada Escritura al respecto son muy sugestivas (cf. Is40, 12; 45, 18; 48, 13; Sal 104, 2.5; 135, 7; Pr 8, 27-29; Jb 38– 39).

Él, como un Padre bueno y poderoso, cuida de todo aquello que ha creado con un amor y una
fidelidad que nunca decae, dicen repetidamente los Salmos (cf. Sal 57, 11; 108, 5; 36, 6).

Así, la creación se convierte en espacio donde conocer y reconocer la omnipotencia del Señor
y su bondad, y llega a ser llamamiento a nuestra fe de creyentes para que proclamemos a Dios como Creador. «Por la fe — escribe el autor de la Carta a los Hebreos— sabemos que el universo
fue configurado por la Palabra de Dios, de manera que lo visible procede de lo invisible» (11, 3).

La fe, por lo tanto, implica saber reconocer lo invisible distinguiendo sus huellas en el mundo visible.

El creyente puede leer el gran libro de la naturaleza y entender su lenguaje (cf. Sal 19, 2-5); pero es necesaria la Palabra de revelación, que suscita la fe, para que el hombre pueda llegar a la plena consciencia de la realidad de Dios como Creador y Padre.

En el libro de la Sagrada Escritura la inteligencia humana puede encontrar, a la luz de la fe, la clave de interpretación para comprender el mundo.

En particular, ocupa un lugar especial el primer capítulo del Génesis, con la solemne presentación
de la obra creadora divina que se despliega a lo largo de siete días: en seis días Dios realiza la creación y el séptimo día, el sábado, concluye toda actividad y descansa.

Día de la libertad para todos, día de la comunión con Dios.

Y así, con esta imagen, el libro del Génesis nos indica que el primer pensamiento de Dios era encontrar un amor que respondiera a su amor.

El segundo pensamiento es crear un mundo material donde situar este amor, estas criaturas que le correspondan en libertad.

Tal estructura, por lo tanto, hace que el texto esté caracterizado por algunas repeticiones significativas.

Por ejemplo, se repite seis veces la frase: «Vio Dios que era bueno» (vv. 4.10.12.18.21.25), para concluir, la séptima vez, después de la creación del hombre: «Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno» (v. 31). Todo lo que Dios crea es bello y bueno, impregnado de sabiduría y de
amor; la acción creadora de Dios trae orden, introduce armonía, dona belleza.

En el relato del Génesis emerge luego que el Señor crea con su Palabra: en el texto se lee diez
veces la expresión «Dijo Dios» (vv. 3.6.9.11.14.20.24.26.28.29).

Es la palabra, el Logos de Dios, lo que está en el origen de la realidad del mundo; y al decir: «Dijo Dios», fue así, subraya el poder eficaz de la Palabra divina.

El Salmista canta de esta forma: «La Palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos... porque Él lo dijo, y existió; Él lo mandó y todo fue creado» (33, 6.9).

La vida brota, el mundo existe, porque todo obedece a la Palabra divina.

Pero hoy nuestra pregunta es: en la época de la ciencia y de la técnica, ¿tiene sentido todavía hablar de creación? ¿Cómo debemos comprender las narraciones del Génesis?

La Biblia no quiere ser un manual de ciencias naturales; quiere en cambio hacer comprender la
verdad auténtica y profunda de las cosas.

La verdad fundamental que nos revelan los relatos del Génesis es que el mundo no es un conjunto de fuerzas entre sí contrastantes, sino que tiene su origen y su estabilidad en el Logos, en la Razón eterna de Dios, que sigue sosteniendo el universo.

Hay un designio sobre el mundo que nace de esta Razón, del Espíritu creador. Creer que en la base
de todo exista esto, ilumina cualquier aspecto de la existencia y da la valentía para afrontar con confianza y esperanza la aventura de la vida.

Por lo tanto, la Escritura nos dice que el origen del ser, del mundo, nuestro origen no es lo irracional y la necesidad, sino la razón y el amor y la libertad.

De ahí la alternativa: o prioridad de lo irracional, de la necesidad, o prioridad de la razón, de la libertad, del amor.

Nosotros creemos en esta última posición.

Pero quisiera decir una palabra también sobre aquello que es el vértice de toda la creación: el hombre y la mujer, el ser humano, el único «capaz de conocer y amar a su Creador».

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