Epifanía del SEÑOR - Fray Nelson Medina.

1 year ago
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Epifanía quiere decir aparición o manifestación.

Celebramos llenos de alegría la manifestación del Señor a todas las naciones, representadas en
estos Magos que llegan de Oriente.

Después de los pastores, el Señor se da a conocer a estos misteriosos personajes.

En la Epifanía, Dios presenta a su Hijo «a los pueblos gentiles por medio de una estrella»

[2]. Se descubre «la hermosa realidad de la venida de Dios para todos: cada nación, lengua y población es acogida y amada por Él. El símbolo de esto es la luz, que alcanza e ilumina todo»

[3]. El Niño recién nacido es el Mesías prometido a los israelitas pero su misión redentora se extiende a todos los pueblos de la tierra. «Celebramos a Cristo, meta de la peregrinación de los pueblos en búsqueda de la salvación»

[4]. El evangelio nos cuenta que los Magos «entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11).

En su adoración vemos representadas a millones de personas de todos los rincones de la tierra que se ponen en camino, llamadas por Dios, para adorar a Jesucristo.

Este es el sentido pleno de la profecía de Isaías: «¡Levántate, Jerusalén, resplandece!, que ya se alza tu luz y se levanta sobre ti la gloria del Señor» (Is 60,1).

El profeta dirige su voz a la ciudad santa, figura de la Iglesia, la nueva Jerusalén, luz de las naciones.

De todas partes vendrán reyes y pueblos, atraídos por los destellos de su gloria.

Madre y maestra de todos los pueblos, la Iglesia los acoge en su seno y los presenta como preciada dote a Cristo.

HAN PASADO más de veinte siglos desde la adoración de los Magos y ese largo desfile de personas de todo el mundo no ha hecho más que comenzar.

«Se acordarán y se convertirán al Señor los enteros confines de la tierra, se postrarán en su presencia todas las familias de las naciones» (Sal 21,28).

La labor evangelizadora de los primeros cristianos fue muy honda, llegaron a extender la fe por todo el mundo conocido, sembraron a voleo y los frutos no se hicieron esperar.

Desde entonces, nuevas gentes se acercaron –y continúan haciéndolo– hasta Jesús y María.

Del mismo modo, llegamos también nosotros, de todas las latitudes, de todas las razas y lenguas.
«Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen hacia ti; llegan tus hijos desde lejos» (Is 60,4).

«Es necesario repetir una y otra vez – utilizando unas palabras de san Josemaría– que Jesús no se dirigió a un grupo de privilegiados, sino que vino a revelarnos el amor universal de Dios.

Todos los hombres son amados de Dios, de todos ellos espera amor.

De todos, cualesquiera que sean sus condiciones personales, su posición social, su profesión u oficio.

La vida corriente y ordinaria no es cosa de poco valor: todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo, que nos llama a identificarnos con Él, para realizar – en el lugar donde estamos– su misión divina.

Dos personas con las que convivimos, en los afanes humanos de nuestros compañeros, en las menudencias de la vida de familia.

Dios nos llama también a través de los grandes problemas, conflictos y tareas que definen cada época histórica, atrayendo esfuerzos e ilusiones de gran parte de la humanidad»

[5] . Nuestra misión es la misma que la de aquellos primeros cristianos: «Somos para la masa, hijos míos, para la multitud. No hay alma a la que no queramos amar y ayudar, haciéndonos todo para todos: “omnibus omnia factus sum” (1Cor 9,22). No podemos vivir de espaldas a ninguna inquietud, a ninguna necesidad de los hombres»

[6]. Nosotros también hemos visto la estrella y el Señor desea llegar a todas las almas, a través de cada uno, para ofrecer su consuelo y su salvación.

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