Thomas Sowell - El pensamiento de suma cero

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EL PENSAMIENTO DE SUMA CERO

La noción de que lo que es ganado por algunos debe ser una pérdida para otros muy pocas veces se expresa de forma explícita. Más bien, está implícita en muchas discusiones —e incluso en el derecho y la elaboración de políticas— sobre relaciones obrero-patronal, relaciones entre dueños e inquilinos, o las relaciones entre clases o grupos étnicos. El pensamiento de suma cero también domina gran parte de la discusión sobre el comercio internacional, como quedará penosamente claro en el capítulo 20.

Las leyes de salario mínimo, por ejemplo, son por lo general promovidas por aquellos que se ven a sí mismos como los defensores de los trabajadores frente a los empresarios, cuando, de hecho, puede que estas leyes terminen perjudicando menos a los empresarios que a los mismos trabajadores —especialmente aquellos sin experiencia y poco cualificados—, cuyo desempleo les ocasionará tanto la falta de ingresos como la adquisición de una capacitación laboral que les permitiría trabajos con mejores perspectivas de ingresos en el futuro. De igual manera, los controles de alquileres terminan perjudicando tanto a los inquilinos como a los dueños de las viviendas, aunque de diferentes maneras. Los dueños sufren pérdidas inmediatas, pero es poco probable que se queden sin un lugar donde vivir y terminen en la calle, aunque algunos así lo hagan, ya que el problema de la gente sin techo es un problema particularmente persistente en ciudades que tienen leyes de control de alquileres.

Los individuos que forman parte de las relaciones entre obreros y patrones, o entre dueños e inquilinos, nunca hubiesen iniciado estas relaciones si no hubiesen esperado mejorar su situación. En otras palabras, no es un juego de suma cero. Es por eso que cualquier cosa que reduce dichas relaciones a lo dicho anteriormente, probablemente será perjudicial para ambas partes, algo que es ignorado por aquellos que piensan bajo la premisa de que hay que ponerse del lado de alguien.

Este pensamiento de suma cero es particularmente engañoso en países donde la riqueza está creciendo. Las discusiones sobre las participaciones relativas a la riqueza de los diferentes grupos sociales son por lo general ilustradas con gráficos de pastel, que muestran quiénes se llevan qué partes del ingreso nacional.

Pero el bienestar económico real de todos estos grupos —su ingreso per cápita real— por lo general depende en mucha mayor medida del tamaño del pastel, que de la parte del mismo que corresponda a cada uno.

Como se indicó en el capítulo 9, incluso cuando la participación en el ingreso nacional de la quinta parte más pobre de estadounidenses cayó, el ingreso per cápita real de la gente en ese nivel creció en miles de dólares por año.

Aquellos que están preocupados por las participaciones relativas en la riqueza, por lo general muestran muy poco o ningún interés en el crecimiento de la riqueza en general. Es decir, no solamente no prestan mucha atención a las estadísticas del crecimiento de la riqueza nacional, sino que además muestran muy poco o ningún interés sobre qué condiciones o políticas pueden hacer mejorar las perspectivas de este crecimiento y qué políticas lo impiden. En gran medida, sino exclusivamente, tienden a ver las políticas económicas en términos de cómo éstas afectarán a la distribución interna del ingreso, en lugar de a su tamaño en general, incluso si la riqueza es la única cosa que puede prevenir la pobreza y el crecimiento de la riqueza ha reducido la pobreza mucho más decisivamente que los cambios en la distribución del ingreso.
Internacionalmente, el modo de ver estas cosas como un juego de suma cero ha llevado a algunas naciones a rechazar a inversores extranjeros, por miedo a que éstos se lleven consigo parte de la riqueza nacional. Esta visión también ha provocado el surgimiento de resentimientos populares hacia varias comunidades de minorías que envían dinero a sus familias en los países de donde vienen, porque esto también se ha visto, frecuentemente, como una forma de exportación de una parte de la riqueza nacional a otro país. Al igual que gran parte de este pensamiento de juego de suma cero, estas conclusiones dependen de un desprecio a la creación de riqueza. Ni los inversores ni los inmigrantes llegan a un país para compartir la riqueza que ya existía allí. Ellos crean riqueza adicional. Parte de esta riqueza va hacia la población del país donde residen y otra parte va hacia ellos y sus familias, donde sea que éstas se encuentren. Pero la población del país que los recibe no sufre ninguna pérdida neta y generalmente termina ganando.

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