DK4 -08- El deseo de Dios 2ª Parte. Catequesis Básica. Fray Nelson Medina.

1 year ago
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Deseos y realidades

Llénate de buenos deseos, que es una cosa santa, y Dios la alaba. ¡Pero no te quedes en eso!

Tienes que ser alma -hombre, mujer- de realidades. Para llevar a cabo esos buenos deseos,
necesitas formular propósitos claros, precisos.

-Y, después, hijo mío, ¡a luchar, para ponerlos en práctica, con la ayuda de Dios!

Contempla al Señor detrás de cada acontecimiento, de cada circunstancia, y así sabrás sacar de
todos los sucesos más amor de Dios, y más deseos de correspondencia, porque Él nos espera siempre, y nos ofrece la posibilidad de cumplir continuamente ese propósito que hemos hecho: “¡te serviré!

Hay que estar persuadidos de que Dios nos oye, de que está pendiente de nosotros: así se llenará de paz nuestro corazón.

Pero vivir con Dios es indudablemente correr un riesgo, porque el Señor no se contenta compartiendo: lo quiere todo.

Y acercarse un poco más a El quiere decir estar dispuesto a una nueva conversión, a una nueva rectificación, a escuchar más atentamente sus inspiraciones, los santos deseos que hace brotar en nuestra alma, y a ponerlos por obra.

¡Solo! —No estás solo. Te hacemos mucha compañía desde lejos. —

Además..., asentado en tu alma en gracia, el Espíritu Santo —Dios contigo— va dando tono sobrenatural a todos tu pensamientos, deseos y obras.

¿No sientes a veces, durante el día, deseos de charlar más despacio con Él? ¿No le dices: luego te lo contaré, luego conversaré de esto contigo?

En los ratos dedicados expresamente a ese coloquio con el Señor, el corazón se explaya, la voluntad se fortalece, la inteligencia -ayudada por la gracia- penetra, de realidades sobrenaturales, las realidades humanas.

Como fruto, saldrán siempre propósitos claros, prácticos, de mejorar tu conducta, de tratar finamente con caridad a todos los hombres, de emplearte a fondo -con el afán de los buenos deportistas- en esta lucha cristiana de amor y de paz.

Ser el cristiano que sueñas ser Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María.

Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva.

Y así el haced lo que El os dirá se ha convertido en realidades de amoroso entregamiento, en vocación cristiana que ilumina desde entonces toda nuestra vida personal.

Te aconsejo -para terminar- que hagas, si no lo has hecho todavía, tu experiencia particular del amor materno de María.

No basta saber que Ella es Madre, considerarla de este modo, hablar así de Ella. Es tu Madre y tú eres su hijo; te quiere como si fueras el hijo único suyo en este mundo.

Trátala en consecuencia: cuéntale todo lo que te pasa, hónrala, quiérela. Nadie lo hará por ti, tan
bien como tú, si tú no lo haces.

Te aseguro que, si emprendes este camino, encontrarás enseguida todo el amor de Cristo: y te verás metido en esa vida inefable de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Sacarás fuerzas para cumplir acabadamente la Voluntad de Dios, te llenarás de deseos de servir a todos los hombres.

Serás el cristiano que a veces sueñas ser: lleno de obras de caridad y de justicia, alegre y fuerte,
comprensivo con los demás y exigente contigo mismo.

Ese, y no otro, es el temple de nuestra fe. Acudamos a Santa María, que Ella nos acompañará con un andar firme y constante.

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