Thomas Sowell - Incentivos y restricciones

2 years ago
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INCENTIVOS Y RESTRICCIONES

El gobierno es, sin lugar a dudas, inseparable de la política, especialmente en un país democrático, por lo que se debe hacer una distinción entre lo que un gobierno puede hacer para que las cosas funcionen mejor que bajo el libre mercado y lo que en realidad es probable que consiga hacer bajo la influencia de incentivos y restricciones políticas. La distinción entre lo que el gobierno puede hacer y lo que es más probable que haga se puede perder cuando pensamos en el gobierno como un simple agente de la sociedad o incluso como un actor ético. En realidad, tanto los individuos como las agencias pertenecientes a un gobierno nacional tienen sus propios incentivos, intereses y planes, a los que se suelen ceñir con mucha más frecuencia de lo que hacen cuando están guiados únicamente por el interés público o la política fijada por los líderes políticos.

Incluso en un estado totalitario como la Unión Soviética, las diversas agencias y departamentos del gobierno tenían diferentes intereses, independientemente de las desventajas que éstos podían provocar en la economía o la sociedad. Por ejemplo, las industrias de diferentes ministerios solían evitar depender unas de otras para el abastecimiento de equipos y suministros, y a ser posible no lo hacían nunca. Por esto, una empresa ubicada en Vladivostok podía reclamar los equipos o suministros que necesitaba de otra empresa, bajo el mismo ministerio, ubicada en Minsk, a miles de kilómetros de distancia, en lugar de obtenerlos de una tercera ubicada cerca de Vladivostok, pero que estaba bajo el control de otro ministerio. De ahí que los materiales se enviaran hacia el este a través de las sobrecargadas líneas de tren soviéticas, mientras que los mismos materiales también estaban siendo enviados hacia el oeste por parte de otra empresa, bajo otro ministerio, y utilizando las mismas líneas férreas.

Este cruce de envíos, innecesario desde el punto de vista económico, era una de las muchas asignaciones ineficientes de recursos escasos producto de la realidad política de un gobierno que no podía ser un monolito, incluso en una sociedad totalitaria. En las sociedades democráticas, donde un sinfín de grupos de interés tiene libertad para organizarse e influenciar las diferentes agencias y ramas del gobierno, existen incluso menos razones para esperar que el gobierno entero siga una política coherente, y mucho menos la política de un gobierno ideal que representaría el interés público. En Estados Unidos, algunas agencias gubernamentales han tratado de restringir el consumo de tabaco mientras que otras han estado subvencionando su producción. El senador Daniel Patrick Moynihan se refirió alguna vez a «los principados en guerra, como es denominado el gobierno federal».

Bajo un gobierno electo popularmente, los incentivos políticos son hacer lo que es popular, a pesar de sus posibles consecuencias negativas, o hacer algo tan popular como sea posible. Un ejemplo, que se acepta de forma unánime, sobre lo que es una mala política, lo encontramos en 1971, cuando la administración del presidente Nixon estableció los primeros controles sobre los precios y los salarios en Estados Unidos en tiempos de paz. Entre las personas presentes en la reunión donde se tomó esta trascendental decisión estaba el economista internacionalmente reconocido Arthur F. Burns, quien se opuso enérgicamente a estas medidas; y fue ignorado. Las otras personas presentes tampoco eran analfabetos en economía. El mismo presidente se había resistido a la idea de imponer controles de precios y salarios, y la había rechazado públicamente once días antes de cambiar radicalmente de opinión y aceptarla. La inflación había provocado una fuerte presión por parte del público y de la prensa, conminando a los políticos a «hacer algo».

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