Décimo Mandamiento -No codiciarás los bienes ajenos- Catecismo para Bárbaros. P. Javier Olivarera

2 years ago
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No desearás la mujer de tu prójimo. Éxodo 20, 17.

San Juan en su Primera Epístola Canónica dice que "todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida".

Por lo cual todo lo que es deseable se encierra en estas tres concupiscencias; pero dos de ellas se entiende que están prohibidas por este precepto: "No desearás la casa de tu prójimo".

Por casa se entiende la elevación por la que se designa la avaricia: Salmo III, 3: "Gloria y riquezas habrá en su casa". Porque el que desea la casa desea dignidades.

Por eso después de este precepto: "No desearás la casa de tu prójimo", se pone otro, por el que se prohíbe la concupiscencia de la carne: "No desearás —dice— la mujer de tu prójimo".

Y debe saberse que después del pecado, por la corrupción, nadie escapa a la concupiscencia con excepción de Cristo y la Virgen gloriosa.

Y cuantas veces haya concupiscencia, la hay o con pecado venial o con pecado mortal, cuando domina.

Dice el Apóstol en Rom 6, 12: "Que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal"; y no dice que no esté, porque, como él mismo dice en Rom 7, 18: "Pues yo sé que no hay en mí, esto es, en mi carne, cosa buena".

Ahora bien, reina el pecado en la carne cuando primeramente reina en el corazón la concupiscencia consintiendo.

Por lo cual añade el Apóstol: "esto es, obedeciendo a las concupiscencias de la carne". Mt 5, 28: "El que mirare a una mujer deseándola, ya adulteró en su corazón con ella". En efecto, ante Dios la intención se reputa como acción. Segundo, cuando domina en la boca expresan do el pensamiento.

Mt 12, 34: "De la abundancia del corazón habla la boca". Ef 4, 29: "Que de vuestra boca no salga ningún discurso malo".

Por lo cual no sin pe- cado se componen canciones vanas, aun según los filósofos: porque los poetas que componen versos ama- torios debían ser expulsados de las ciudades.

Tercero, cuando se manifiesta en una obra, sir- viendo a los miembros de concupiscencia. Rom 6, 19: "Así como pusisteis vuestros miembros al servicio de la iniquidad para la iniquidad".

Estos son, pues, los grados de la concupiscencia. Y debe saberse que es necesario esforzarse mucho para huir de este pecado, por ser interior, pues muy difícil es vencer a un enemigo de casa.
Mas se vence de cuatro modos.

Primero, huyendo de las ocasiones exteriores, como son las malas compañías, y cuanto ocasionalmente induce a este pecado. Eccli 9, 5-9: "No pongas tus ojos en la doncella, no sea que tropieces por su belleza...

No derrames la vista por las calles de la ciudad, ni andes vagando por sus plazas. Aparta tus ojos de la mujer ataviada, y no mires detenidamente a una hermosura ajena.

Por la hermosura de la mujer muchos se han perdido; y por este motivo se enciende cual fuego la concupiscencia".

Prov 6, 27: "¿Por ventura puede un hombre esconder el fuego en su seno sin que ardan sus vestidos?".

Y por eso se le ordenó a Lot que huyera de toda la región cercana. Gen 19, 17.

Segundo, no dando entrada a los pensamientos, porque son la ocasión de que se excite la concupiscencia.

Y esto se logra mediante la mortificación de la carne: I Cor 9, 27: "Castigo mi cuerpo y lo reduzco a
servidumbre".

Tercero, perseverando en la oración, porque "Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila su centinela", Salmo 126, I. Sab 8, 2 I: "Entendí que no podía ser continente si Dios no me lo concedía". Mt 17, 21: "Esta especie de demonios no se echa afuera sino por la oración y el ayuno".

En efecto, si dos luchan, y quieres ayudar a uno, y al otro no, será necesario darle auxilio al primero y negárselo al segundo.

Pues bien, entre el espíritu y la carne la batalla es continua, por lo cual es necesario que si quieres que venza el espíritu, le des tu auxilio a él, y esto se hace con la oración; y que se lo niegues a la carne, y esto se hace mediante el ayuno,porque con el ayuno debilitase la carne.

204. Cuarto, dedicándose a ocupaciones lícitas.: "La ociosidad enseña muchas maldades".

Ezeq lo, 49: "He aquí cuál fue la maldad de Sodoma: la soberbia, la hartura, la abundancia y el ocio".

Dice San Jerónimo: "Haz siempre algo bueno, para que el diablo te encuentre ocupado".

Ahora bien, entre todas las ocupaciones la mejor es el estudio de las Sagradas Escrituras.

San Jerónimo a Paulino: "Ama los estudios de las Escrituras, y no amarás los vicios de la carne".

Estos son los diez preceptos, de los que dijo el Señor —Mt 19, 17—: "Si quieres entrar en la vida eterna guarda los mandamientos".

Dos son las principales raíces de todos los mandamientos, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.

Mas al que ama a Dios le es necesario hacer tres cosas, a saber, no tener otro Dios, y en cuanto a esto dice: "No adorarás dioses ajenos". Segundo, honrarlo; y en cuanto a esto dice: "No tomarás el nombre de tu Dios en vano".

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