Los Mandamientos. El Primer Mandamiento de la Ley de Díos -Clase 13- Padre Javier Olivarera Ravasi.

1 year ago
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¿En el Evangelio dónde habla Jesús de los Mandamientos?

Jesucristo se refiere a los Diez Mandamientos cuando un joven le pregunta cómo conseguir la vida eterna: “Maestro, ¿Qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?”. Jesús responde: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.

Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre”.

Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 19, 16-19).

¿A qué mandamientos se refiere Jesús? ¿Dónde están recogidos?

Los 10 mandamientos o “Decálogo” que significa literalmente “diez palabras” son las que Dios reveló a su pueblo, Israel, cuando habló con Moisés en la montaña santa y están recogidas en los libros del Éxodo y del Deuteronomio del Antiguo Testamento (cfr. Ex 20, 1-17 y 34, 28 ; Dt 5, 6-22, y 4,13; 10, 4).

Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Pero su pleno sentido ha sido revelado por Jesucristo.

Textos de san Josemaría para meditar

Señor, indícame tus caminos, enséñame tus sendas.

Pedimos al Señor que nos guíe, que nos muestre sus pisadas, para que podamos dirigirnos a la
plenitud de sus mandamientos, que es la caridad.

José era un hombre corriente, en el que Dios se confió para obrar cosas grandes. Supo vivir, tal y como el Señor quería, todos y cada uno de los acontecimientos que compusieron su vida.

Por eso, la Escritura Santa alaba a José, afirmando que era justo.

Y, en el lenguaje hebreo, justo quiere decir piadoso, servidor irreprochable de Dios, cumplidor de la voluntad divina; otras veces significa bueno y caritativo con el prójimo.

En una palabra, el justo es el que ama a Dios y demuestra ese amor, cumpliendo sus mandamientos y orientando toda su vida en servicio de sus hermanos, los demás hombres.

La vida de Cristo es vida nuestra, según lo que prometiera Jesús a sus Apóstoles, el día de la Ultima Cena:

Cualquiera que me ama, observará mis mandamientos, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él.

El cristiano debe —por tanto— vivir según la vida de Cristo, haciendo suyos los sentimientos de Cristo, de manera que pueda exclamar con San Pablo, no soy yo el que vive, sino que Cristo
vive en mí.

Con agradecimiento, porque percibimos la felicidad a que estamos llamados, hemos aprendido que las criaturas todas han sido sacadas de la nada por Dios y para Dios: las racionales, los hombres, aunque con tanta frecuencia perdamos la razón; y las irracionales, las que corretean por la superficie de la tierra, o habitan en las entrañas del mundo, o cruzan el azul del cielo, algunas hasta mirar de hito en hito al sol.

Pero, en medio de esta maravillosa variedad, sólo nosotros, los hombres —no hablo aquí de los ángeles— nos unimos al Creador por el ejercicio de nuestra libertad: podemos rendir o negar al
Señor la gloria que le corresponde como Autor de todo lo que existe.

Esa posibilidad compone el claroscuro de la libertad humana. El Señor nos invita, nos impulsa —¡porque nos ama entrañablemente!— a escoger el bien. Fíjate, hoy pongo ante ti la vida con el bien, la muerte con el mal.

Si oyes el precepto de Yahvé, tu Dios, que hoy te mando, de amar a Yahvé, tu Dios, de seguir sus caminos y de guardar sus mandamientos, decretos y preceptos, vivirás...

Escoge la vida, para que vivas. ¿Quieres tú pensar —yo también hago mi examen— si mantienes
inmutable y firme tu elección de Vida?

¿Si al oír esa voz de Dios, amabilísima, que te estimula a la santidad, respondes libremente que
sí? ¿Qué importancia tienen los Mandamientos en la vida cristiana?

Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Tradición de la Iglesia ha reconocido en el Decálogo una importancia y una significación primordiales.

Desde san Agustín, los “Diez Mandamientos” ocupan un lugar preponderante en la catequesis de los futuros bautizados y de los fieles.

En el siglo XV se tomó la costumbre de expresar los preceptos del Decálogo en fórmulas rimadas, fáciles de memorizar, y positivas.

Estas fórmulas están todavía en uso hoy.

Los catecismos de la Iglesia han expuesto con frecuencia la moral cristiana siguiendo el orden de los “diez mandamientos”.

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