Las Virtudes y Dones del Espíritu Santo - Clase 9- Catecismo para Bárbaros. P. Javier Olivarera R.

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Los dones del Espíritu Santo infundidos en el alma del cristiano llevan a la perfección las virtudes y hacen a los fieles dóciles para seguir con prontitud y amor, en su actuar diario, las inspiraciones divinas.

Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

Textos de san Josemaría para
meditar
La Tercera Persona de la Trinidad

Beatísima -dulce huésped del alma-
regala sus dones: don de sabiduría,

de entendimiento, de consejo, de
fortaleza, de ciencia, de piedad, de
temor de Dios. Amigos de Dios, 92

El Espíritu Santo, con el don de
piedad, nos ayuda a considerarnos
con certeza hijos de Dios. Y los hijos
de Dios, ¿por qué vamos a estar
tristes? La tristeza es la escoria del
egoísmo; si queremos vivir para el
Señor, no nos faltará la alegría,
aunque descubramos nuestros
errores y nuestras miserias. La
alegría se mete en la vida de oración,
hasta que no nos queda más remedio
que romper a cantar: porque
amamos, y cantar es cosa de
enamorados. Amigos de Dios, 92
Entre los dones del Espíritu Santo,
diría que hay uno del que tenemos
especial necesidad todos los
cristianos: el don de sabiduría que, al
hacernos conocer a Dios y gustar de
Dios, nos coloca en condiciones de
poder juzgar con verdad sobre las
situaciones y las cosas de esta vida.
(...) No es que el cristiano no advierta
todo lo bueno que hay en la
humanidad, que no aprecie las
limpias alegrías, que no participe en
los afanes e ideales terrenos. Por el
contrario, siente todo eso desde lo

más recóndito de su alma, y lo
comparte y lo vive con especial
hondura, ya que conoce mejor que
hombre alguno las profundidades del
espíritu humano.

En términos generales, la virtud «es una disposición habitual y firme a hacer el bien»
(Catecismo, 1803)14. Entre ellas, «Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios.
Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad» (Catecismo, 1812).
«Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos
de Dios» (Catecismo, 1813)15. Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad (cfr. 1
Co 13, 13).
La fe «es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y
revelado, y que la Santa Iglesia nos propone» (Catecismo, 1814). Por la fe «el hombre se
entrega entera y libremente a Dios»16, y se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios:
«El justo vive de la fe» (Rm 1,17)17.
— «El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también
profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla» (Catecismo, 1816; cfr. Mt 10,32-33).
La esperanza «es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida
eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y
apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo»
(Catecismo, 1817)18.
La caridad «es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él
mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios»

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