Los Protestantes no obedecen la palabra de DÍOS y persiguen a su iglesia. Padre Luis Toro.

1 year ago
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Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra —obras y dichos de Cristo— no sólo has de saberlo, sino que has de vivirlo.

Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia.

—El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida.

Aprenderás a preguntar tú también, como el Apóstol, lleno de amor: "Señor, ¿Qué quieres que yo haga?..." —¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo terminante.

Pues, toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. —Así han procedido los santos.

En nuestra alma ha caído la Palabra de Dios. ¿Qué clase de tierra le hemos preparado? ¿Abundan las piedras? ¿Está colmada de espinos? ¿Es quizá un lugar demasiado pisado por andares meramente humanos, pequeños, sin brío?

Señor, que mi parcela sea tierra buena, fértil, expuesta generosamente a la lluvia y al sol; que arraigue tu siembra; que produzca espigas granadas, trigo
bueno.

Disponemos de un tesoro infinito de ciencia: la Palabra de Dios, custodiada en la Iglesia; la gracia de Cristo, que se administra en los Sacramentos; el testimonio y el ejemplo de quienes viven rectamente junto a nosotros, y que han sabido construir con sus vidas un camino de fidelidad a Dios.

Vamos a acompañar a Cristo en esta pesca divina. Jesús está junto al lago de Genesaret y las gentes se agolpan a su alrededor, ansiosas de escuchar la palabra de Dios. ¡Como hoy! ¿No lo veis?

Están deseando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen.

Quizá algunos han olvidado la doctrina de Cristo; otros —sin culpa de su parte— no la aprendieron nunca, y piensan en la religión como en algo extraño.

Pero, convenceos de una realidad siempre actual: llega siempre un momento en el que el alma no puede más, no le bastan las explicaciones habituales, no le satisfacen las mentiras de los falsos profetas.

Y, aunque no lo admitan entonces, esas personas sienten hambre de saciar su inquietud con la enseñanza del Señor.

Yo te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más.

Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar.

Después aplicas el entendimiento, para considerar aquel rasgo de la vida del Maestro: su Corazón enternecido, su humildad, su pureza, su cumplimiento de la Voluntad del Padre.

Luego cuéntale lo que a ti en estas cosas te suele suceder, lo que te pasa, lo que te está ocurriendo.

Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgirán esas mociones Interiores, ese caer en la cuenta, esas reconvenciones.

Esos minutos diarios de lectura del Nuevo Testamento, que te aconsejé — metiéndote y participando en el contenido de cada escena, como un protagonista más—, son para que
encarnes, para que “cumplas” el Evangelio en tu vida..., y para “hacerlo cumplir”.

POR; SAN JOSEMARÍA.

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