He Venido a Traer Fuego a la Tierra. (Tener el Fuego del Espíritu). Padre Luis Toro.

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SEÑOR, DATE PRISA EN AYUDARME

He venido a traer fuego a la tierra...

Para poder decir que vivimos realmente en la espera del Señor, los cristianos no sólo debemos tener actitudes de vigilancia y de fidelidad, sino también darnos cuenta de las dificultades del momento que estamos viviendo.

Es el tiempo que nos sugiere este texto evangélico, al cual san Lucas añade otro argumento, también importante: discernir los "signos de los tiempos, tarea a la cual el creyente no puede de ninguna manera "hacerse a un lado".

Las dificultades de la espera san Lucas las traduce con las imágenes del «fuego y del «bautismo»: Jesús expresa su vivo deseo de pasar a través de las aguas purificadoras del sacrificio de la cruz y de esta manera se presenta como el modelo al cual adecuarnos como creyentes.

Está puesto para caída y elevación de muchos en Israel. Hace años se argumentaba que la religión era el "opio del pueblo", especialmente se referían a la religión Católica.

En la intención de Jesús su mensaje es todo lo contrario, es más bien "la adrenalina de los pueblos", lleva a los hombres a tener más visión, más valentía, más creatividad.

Generalmente pensamos en Jesús como quien cura enfermos, acoge a los niños, alimenta a las multitudes, predica el bien y el perdón; un incomprendido que se entrega a sus enemigos cargando la cruz sin rebelarse.

Un Jesús "incendiario", causante de luchas y divisiones nadie puede imaginarlo; es así, de estas palabras encontramos más evidencias en el Evangelio, comenzando por lo que le profetizó un hombre «temeroso de Dios» cuando era presentado al Templo de Jerusalén; el Niño aún estaba en pañales y Simeón dijo a María: «Está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción.

» (Lc 2, 34) Señal de contradicción: ésta es la palabra clave para comprender el alcance real de las desconcertantes frases de Jesús.

La Buena Nueva es fuego en el mundo. Jesús es plenamente consciente del carácter explosivo y radical de su venida y de su mensaje.

Decir que vino a traer fuego a la tierra significa que el amor de Dios se ha hecho más visible que nunca en su persona, la palabra se ha hecho carne, vive entre nosotros.

Está a punto de dar al mundo el testimonio supremo de la misericordia divina, su inmolación en la cruz.

Todo esto será su bautismo de sangre. Ya ve el cumplimiento de su promesa: enviar a su Iglesia naciente «el Consolador, el Espíritu de la verdad que descenderá sobre los Apóstoles como lenguas de fuego.

Sabe que ese fuego arde y arderá a lo largo de los siglos para ser la fuerza de los débiles, la luz en el camino de la Iglesia, la verdadera sabiduría para los hombres.

No a la indiferencia. Dios no es neutral: víctimas o verdugos frente a Él no son lo mismo, entre ricos y pobres tiene preferencias y lo dice.

El Dios bíblico no trae la falsa paz de la neutralidad o la inercia, sino que «escucha el clamor del afligido» y se enfrenta a los faraones de todos los tiempos.

La división que trae exhorta al valor de exponerse y luchar contra el mal.

No podemos permanecer inertes contemplando "desde la barrera" el espectáculo de la vida que fluye a nuestro lado, sin levantarnos a luchar contra la muerte, en todas las expresiones que ésta asume.

Si no lo hacemos, el mal se volverá cada vez más arrogante. Jesús víno a traer fuego a la tierra», la alta temperatura moral es donde sólo se pueden dar las transformaciones positivas del corazón y de la historia.

«¡Y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo.!

Como aquellas pequeñas llamas que en Pentecostés se posaron sobre la cabeza de cada uno de los Apóstoles y tomaron originalidad diversa en cada uno, iluminó una genialidad diferente en cada persona. Hoy tenemos necesidad de discípulos geniales y con fuego.

Los jefes que tenían prisionero a Jeremías dijeron al rey. Por todas las persecuciones que hubo de soportar este Profeta, la tradición cristiana lo considera como imagen de Cristo sufriente.

En la primera lectura vemos que Jeremías encuentra un amigo que intercede por él ante el rey y se pone de su parte, aunque si esta opción le podría acarrear peligros; un amigo que de cualquier manera comparte sus dolores.

La fuerza de los prepotentes lo arranca de su pueblo, pero, no logra llevarlo a romper el vínculo de amor con sus paisanos. Un profeta es siempre para su pueblo, aun cuando ello implique perder la simpatía y los favores del rey y exponerse al peligro de muerte.

En el texto Jeremías es librado, provisoriamente, y esto indica que en la historia humana, la última palabra pertenece siempre a Dios.

En la Carta a los hebreos SAN PABLO, la dirige a judíos que habían reconocido en Jesús al Mesías anunciado por los profetas, el Hijo de Dios, el Redentor, es decir se habían hecho discípulos cristianos.

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