Vamos a orar -06- Oración por las familias. Fray Nelson Medina.

2 years ago
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VIDA DE ORACIÓN CONSTANTE

Como cristianos corrientes, que quieren seguir de cerca a Jesús en las encrucijadas del mundo, hemos de vivir continuamente unidos a Dios, por medio de una oración constante: siempre que sentimos en nuestro corazón deseos de mejorar, de responder más generosamente al Señor, y buscamos una guía, un norte claro para nuestra existencia cristiana, el Espíritu Santo trae a
nuestra memoria las palabras del Evangelio: conviene orar perseverantemente y no desfallecer.

Quisiera que hoy, en nuestra meditación, nos persuadiésemos definitivamente de la necesidad de disponernos a ser almas contemplativas, en medio de la calle, del trabajo, con una conversación continua con nuestro Dios, que no debe decaer a lo largo del día.

Si pretendemos seguir lealmente los pasos del Maestro, ése es el único camino.

El cristiano que quiere ser coherente con su fe tiene ganas de esforzarse por convertir la jornada en una constante e íntima conversación con Dios, de tal modo que la oración no sea un acto aislado que se cumple y luego se abandona: por la mañana pienso en ti; y, por la tarde, se dirige hacia ti mi oración como el incienso.

Toda la jornada puede ser tiempo de oración: de la noche a la mañana y de la mañana a la noche.

Más aún: como nos recuerda la Escritura Santa, también el sueño debe ser oración].

Esto último había sido afirmado por algunos Padres de la Iglesia, por ejemplo, San Jerónimo: «el apóstol nos manda orar siempre, y para los santos también el sueño mismo es oración.

La oración continua es ciertamente un don divino, que Dios no niega a quien corresponde con generosidad a su gracia.

Algunas prácticas de piedad cristiana manifiestan de modo especial ese diálogo ininterrumpido con el Señor que llena el alma.

Tales prácticas son, al mismo tiempo, consecuencia del amor y medio para crecer en él.

Y ese carácter de medio hace que, si el cristiano quiere alcanzar una vida de oración continua, no pueda adoptar una actitud pasiva respecto a la lucha interior: debe buscar y poner en práctica industrias humanas, recordatorios, que pueden avivar en cualquier momento el diálogo divino y la presencia de Dios.

Estos despertadores de la vida interior son personalísimos, porque el amor es ingenioso: serán diversos según las distintas circunstancias de cada uno, pero todos hemos de ver qué medios ponemos para rezar constantemente: todos debemos prever en nuestra jornada algunas normas de siempre, prácticas de piedad que no se circunscriben a un momento concreto.

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