Thomas Sowell - Inversión y especulación

1 year ago
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INVERSIÓN Y ESPECULACIÓN

Un turista en el Greenwich Village de Nueva York decidió hacerse dibujar un retrato por un artista callejero. El turista recibió un dibujo muy bien hecho, por el que se le cobró 100 dólares.

—Es caro —le dijo al artista—, aunque lo pagaré porque es un gran dibujo. Pero, en serio, apenas ha tardado cinco minutos.
—Veinte años y cinco minutos— le respondió el artista.

La habilidad artística es sólo una de las muchas cosas que son acumuladas con el tiempo para ser utilizadas más adelante. La revista The Economist define la inversión como «simples gastos en el presente que producirán un flujo de ingresos en el futuro». Más ampliamente, no son simples gastos de dinero, sino que también son sacrificios de cosas reales en el presente, como bienes de consumo o, en el caso del artista del Greenwich Village, una inversión de tiempo. Si los costes anteriores, sacrificios y riesgos son ignorados, entonces la recompensa por lo que se hace en un período posterior muchas veces puede parecer exorbitante.

Los pozos petroleros pueden pagar muchas veces su coste, pero también deben cubrir los costes de
aquellos que fueron perforados en vano mientras se buscaba petróleo antes de finalmente encontrarlo.

Sumemos a esto el coste de mantener vivas a las personas mientras se espera que desarrollen sus talentos artísticos, que su exploración petrolera rinda frutos, o que sus créditos académicos finalmente sean suficientes como para que reciban su título, y puede que tengamos una inversión considerable que reponer.

La reposición de una inversión no es una cuestión de moralidad, sino de economía. Si la tasa de
rentabilidad sobre una inversión no es lo suficientemente alta como para que valga la pena, menos personas realizarán dicha inversión en el futuro, y por lo tanto se les negará a los consumidores la posibilidad de hacer uso de los bienes y servicios que, de otra manera, se hubiesen producido. Nadie tiene la obligación de hacer que todas las inversiones produzcan rentabilidad, pero cuántas de ellas necesitan producirla, y en qué medida, está determinado por cuánto valoran los consumidores los beneficios de dichas inversiones, y hasta qué punto.

Cuando los consumidores no valoran lo que se produce, la inversión no debería producir rentabilidad. Si alguien insiste en especializarse en un campo para el que hay muy poca demanda, su inversión se convierte en un despilfarro de recursos escasos que pudieron haber sido utilizados para producir cosas que otras personas deseaban. Los bajos salarios y las escasas oportunidades laborales, en ese campo, son una señal persuasiva para que esta persona—y otras que vengan después de ella— dejen de hacer este tipo de inversiones.

Los principios de inversión involucran actividades que no pasan a través del mercado, y por lo general no son consideradas como económicas. El guardar las cosas una vez que se han dejado de utilizar es una inversión de tiempo en el presente para reducir el tiempo requerido para encontrarlas en el futuro. El dar explicaciones a los demás puede que sea una actividad que consume mucho tiempo, y es muchas veces desagradable, pero se realiza como una inversión para prevenir mayores infelicidades causadas por posibles malentendidos en el futuro.

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