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El Culto de la Nueva Alianza. Padre Luis Toro.
La fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía ha llevado a la Iglesia a tributar culto de latría al Santísimo Sacramento, tanto durante la liturgia de la Misa, como fuera de su celebración.
LA PRESENCIA REAL EUCARÍSTICA
En la celebración de la Eucaristía se hace presente la Persona de Cristo —el Verbo encarnado, que fue crucificado, murió y ha resucitado por la salvación del mundo—, con una modalidad de presencia mistérica, sobrenatural, única.
El fundamento de esta doctrina lo
encontramos en la misma institución de la Eucaristía, cuando Jesús identificó los dones que
ofrecía, con su Cuerpo y con su Sangre («esto es mi Cuerpo … esta es mi Sangre…»), es decir,
con su corporeidad inseparablemente unida al Verbo y, por tanto, con su entera Persona.
Ciertamente, Cristo Jesús está presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su Palabra, en la oración de los fieles (cfr. Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los encarcelados (cfr. Mt 25,31-46), en los sacramentos y especialmente en la persona del ministro sacerdote.
Pero,
sobre todo, está presente bajo las especies eucarísticas..
La singularidad de la presencia eucarística de Cristo está en el hecho de que el Santísimo
Sacramento contiene verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el
Alma y la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, Dios verdadero y Hombre perfecto, el
mismo que nació de la Virgen, murió en la Cruz y ahora está sentado en los cielos a la diestra
del Padre.
«Esta presencia se denomina “real”, no a título exclusivo, como si los otras presencias non fuesen “reales”, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente.
El término substancial trata de indicar la consistencia de la presencia personal de Cristo en
la Eucaristía: ésta no es simplemente una “figura”, capaz de “significar” y de estimular a la
mente a pensar en Cristo, presente en realidad en otro lugar, en el Cielo; ni es un simple“signo”, a través del cual se nos ofrece la “virtud salvadora” —la gracia—, que proviene de
Cristo.
La Eucaristía es, en cambio, presencia objetiva, del ser-en-sí (la substancia) del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, es decir, de su entera Humanidad —inseparablemente unida a la Divinidad por la unión hipostática—, aunque velada por las “especies” o apariencias del pan y del vino.
Por tanto, la presencia del verdadero Cuerpo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento «no se conoce por los sentidos, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios.
LA TRANSUBSTANCIACIÓN
La presencia verdadera, real y substancial de Cristo en la Eucaristía supone una
conversión extraordinaria, sobrenatural, única.
Tal conversión tiene su fundamento en las mismas palabras del Señor: «Tomad y comed: esto es mi Cuerpo… bebed todos de él, porque ésta es mi Sangre de la nueva alianza…» (Mt 26,26-28).
En efecto, estas palabras se hacen
realidad sólo si el pan y el vino cesan de ser pan y vino y se convierten en el Cuerpo y en la
Sangre de Cristo, porque es imposible que una misma cosa pueda ser simultáneamente dos
seres diversos: pan y Cuerpo de Cristo; vino y Sangre de Cristo.
Sobre este punto el Catecismo de la Iglesia Católica recuerda: «El Concilio de Trento resume
la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la
especie de pan es verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta
convicción, que declara de nuevo el santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se
opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro
Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la Iglesia Católica ha
llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación.
Sin embargo permanecen inalteradas las apariencias del pan y del vino, es decir, las “especies eucarísticas”.
Aunque los sentidos capten verdaderamente las apariencias del pan y del vino, la luz de
la fe nos da a conocer que lo que realmente se contiene bajo el velo de las especies
eucarísticas es la substancia del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Gracias a la permanencia
de las especies sacramentales del pan, podemos afirmar que el Cuerpo de Cristo —su entera
Persona— está realmente presente en el altar, o en el copón, o en el Sagrario.
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