La podredumbre moral en las universidades - Thomas Sowell

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La podredumbre moral en las universidades
Escrito por Thomas Sowell
Publicado el 14 de marzo del 2017
La podredumbre moral en la academia va mucho más allá que los soldados de asalto en una universidad. Muchas personas parecen sorprendidas por el reciente salvajismo de una multitud de estudiantes en el Middlebury College, que se amotinaron para evitar que Charles Murray se dirigiera a un grupo de estudiantes que lo había invitado a hablar. También infligieron heridas que requieren hospitalización en una mujer de la facultad que estaba con él.
¿Dónde han estado todas estas personas conmocionadas todos estos años? Lo que sucedió en Middlebury College ha estado sucediendo durante décadas, en todo el país, desde Berkeley hasta Harvard. Además, incluso los críticos de los manifestantes del Middlebury College traicionan parte de la misma mentalidad irresponsable que la de los jóvenes manifestantes.
La podredumbre moral en la academia, y más allá, es mucho más profunda que la de los soldados de asalto en una universidad.
Frank Bruni, del New York Times, por ejemplo, al criticar a los manifestantes, dio crédito a la afirmación de que Charles Murray era "un nacionalista blanco". Se han dicho cosas similares, y peores, en publicaciones supuestamente acreditadas, por personas que no podían citar una declaración de ninguno de los libros del Dr. Murray que se pareciera a sus manchas.
La academia, sin embargo, es la zona cero en la guerra contra las personas cuyas ideas van en contra de la corrección política actual. El virtual monopolio de la izquierda política, en los campus de todo el país, permite atribuir todo tipo de cosas a las personas con las que la izquierda no está de acuerdo, independientemente de si esas personas han dicho algo parecido a lo que supuestamente han dicho.
Los profesores no suelen amotinarse contra las personas cuyas ideas no están de acuerdo, porque pueden simplemente descartar esas ideas, con cierta caracterización de que no hay nadie a la mano para desafiar.
El profesor William Julius Wilson de Harvard, por ejemplo, dijo sobre el juez Clarence Thomas: "Dirá que se levantó con sus propias botas. Digo que estaba en el lugar correcto en el momento correcto".
¿Dónde dijo el juez Thomas que se levantó con sus propias botas? El tema central de su autobiografía, titulado "El hijo de mi abuelo", acredita la sabiduría del abuelo que lo crio como lo que lo salvó.
Las monjas que le enseñaron en la escuela fueron llevadas a Washington, a su costa, para estar presentes y verlo jurado como Juez de la Corte Suprema, para ver que sus esfuerzos dedicados en su nombre no habían sido en vano.
Pero, ¿alguien le ha preguntado alguna vez al profesor Wilson en qué basó su afirmación sobre el juez Thomas? La tragedia central de la academia actual es que no es necesario tener nada en lo que basar los despidos de personas e ideas con las que no está de acuerdo.
Esta actitud no es exclusiva de William Julius Wilson o de Harvard. En la costa oeste, el profesor Lanny Ebenstein de la Universidad de California en Santa Bárbara ha incluido a los economistas Stephen Moore y Walter Williams, así como al presentador de televisión John Stossel, entre aquellos "comprometidos con el bienestar de los ricos".
El profesor Ebenstein tiene todo el derecho de estar en desacuerdo con estas personas en asuntos económicos u otros. Pero eso es muy diferente de atribuirles un compromiso con "el bienestar de los ricos".
Sucede que he leído libros de los tres, sin encontrar ninguna preocupación con el bienestar de los ricos o con dinero. Conozco a Walter Williams desde hace más de 40 años. Cuando ambos vivíamos en la costa este, nosotros y nuestras esposas a menudo nos conocíamos socialmente.
En todo ese tiempo, ni en público ni en privado escuché a Walter Williams expresar la más mínima preocupación por el bienestar de los ricos o afluyentes. Innumerables veces lo escuché enfocar su preocupación en el bienestar de personas como él, de un entorno de pobreza. Esa preocupación también se expresó tanto en hechos como en palabras.
Pero, ¿quién va a pedirle al profesor Ebenstein que cite las bases de su reclamo?
¿Por qué deberíamos esperar que los estudiantes den la bienvenida al debate sobre las diferencias de opinión, cuando tantos de sus profesores parecen pensar que todo lo que necesita es un despido? Al carecer de la destreza verbal o el aura de autoridad de sus profesores, los estudiantes usan métodos más crudos para descartar cosas con las que no están de acuerdo.
Mientras la academia hable de "diversidad" demográfica y practique el pensamiento grupal cuando se trata de ideas, tenemos pocas razones para esperar mejores turbas de estudiantes que se amotinan con impunidad.