Thomas Sowell - Precios mínimos y excedentes

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Precios mínimos y excedentes

Como se ha visto antes, cuando el precio es fijado a un nivel menor del que resultaría por el juego de la oferta y la demanda, tiende a producirse mayor demanda y menor oferta, y, por consiguiente, escasez. De igual modo, cuando los precios se fijan por encima de los niveles del mercado libre tiende a producirse mayor oferta y menor demanda, y, por consiguiente, excedente. A pesar de lo simple que resulta este principio, muchas veces se pierde de vista en un remolino de hechos complejos y retórica política.

Los programas de apoyo a los precios agrícolas son un ejemplo típico de imposición de precios mínimos por parte del Estado. Como generalmente ocurre, un problema real pero pasajero lleva al establecimiento de programas gubernamentales que se mantienen vigentes mucho más allá del tiempo de duración del problema inicial que los provocó. Entre las muchas tragedias de la Gran Depresión en la década de 1930 destaca el hecho de que un gran número de campesinos estadounidenses, a través de la venta de sus cosechas, no podían conseguir el dinero suficiente para cubrir sus deudas. Los precios de los productos agrícolas cayeron de manera mucho
más drástica que los precios de los insumos comprados por los campesinos. El ingreso por productos agrícolas cayó desde unos 6.000 millones de dólares en 1929 a 2000 millones de dólares en 1932.

Debido a que muchos campesinos perdieron sus granjas al no poder pagar las hipotecas y muchas familias pasaron grandes privaciones mientras luchaban por no perderlas, el gobierno federal intentó restablecer lo que llamó «paridad» entre la agricultura y otros sectores de la economía a través de la intervención para evitar que los precios agrícolas cayeran tan drásticamente.

Esta intervención adquirió distintas formas. Un enfoque consistió en reducir por ley la cantidad de la producción de alimentos, con la finalidad de evitar que la oferta provocara una caída de los precios por debajo del nivel fijado por el gobierno. Así, la oferta de cacahuetes y algodón fue restringida por ley. La oferta de frutos cítricos, nueces y muchos otros productos agrícolas fue regulada por cárteles locales de campesinos, respaldados por el poder del ministro de Agricultura de emitir «órdenes de venta» y enjuiciar a aquellos que violasen estas órdenes al producir y vender más de lo que les estaba permitido. Estas reglas se mantuvieron varias décadas después de que la pobreza de la Gran Depresión diera paso a la prosperidad del período tras la segunda guerra mundial, y muchas de estas restricciones continúan vigentes hoy.
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