¿Cómo está el pueblo cuando no se le predica la palabra del señor? Padre Luis Toro.

2 years ago
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1. La palabra del Señor permanece para siempre. Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos» Esta frase de la Primera carta de san Pedro, que retoma las palabras del profeta Isaías, nos pone frente al misterio de Dios que se comunica a sí mismo mediante el don de su palabra. Esta palabra, que permanece para siempre, ha entrado en el tiempo. Dios ha pronunciado su palabra eterna de un modo humano; su Verbo «se hizo carne» (Jn1,14). La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia es una experiencia profunda de encuentro con Cristo, Verbo del Padre, que está presente donde dos o tres están reunidos en su nombre ( Mt 18,20). Con esta Exhortación, cumplimos con agrado la petición de dar a conocer a todo el Pueblo de Dios la riqueza del evangelio.

EL LIBRO de los Hechos de los Apóstoles, después de narrar la venida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos que estaban reunidos en Jerusalén, deja constancia de una característica que compartían los primeros cristianos: «Perseveraban asiduamente en la doctrina de los apóstoles» (Hch 2,42). Consideramos hoy en nuestra oración la última propiedad de la Iglesia: su apostolicidad.A través de dos mil años de historia, en la Iglesia se conserva la sucesión apostólica. Los obispos han sucedido en el lugar de los Apóstoles y están puestos, como dice el mismo Apóstol (Pablo), por el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios (Hch 20,28)» . También San Pablo, escribiendo a los de Éfeso, un pueblo que adoraba a dioses que se fabrican con las manos, les recuerda que al haber sido bautizados en nombre de Cristo se transformaron en «conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles» (Ef 2,19).

Nosotros, al igual que los primeros cristianos, nos apoyamos en este mismo fundamento. A través de la sucesión apostólica se mantiene en el tiempo la seguridad de seguir trabajando por y para Dios, a la escucha de la orden del mismo Jesucristo: «Id y haced discípulos a todas las naciones» (Mt 28,19). Además, esa es la manera de conservar y transmitir con seguridad las palabras oídas a los mismos apóstoles: «Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste» (2Tim 1,13). Podemos agradecer hoy al Señor la apostolicidad de la Iglesia y rogar para que todos los cristianos nos lleguemos a reunir –en virtud de su origen divino– en un solo pueblo de Dios.

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