El régimen narco de Venezuela financió con más de 20 millones de dólares a Black Lives Matter

El Washington Examiner ha revelado profundas conexiones entre el régimen chavista de Venezuela y Black Lives Matter (BLM), una organización que se presenta como defensora de los derechos raciales, pero que, según evidencia documentada, ha servido como vehículo para agendas marxistas extranjeras.

Todo comenzó a finales de 2012, cuando Hugo Chávez —el eterno padre del socialismo del siglo XXI— ordenó la entrega de al menos 20 millones de dólares en maletas llenas de efectivo a Opal Tometi, una de las tres cofundadoras de BLM junto a Patrisse Cullors y Alicia Garza.

Según un exfuncionario venezolano de alto rango que desertó y fue testigo de la reunión, el objetivo era “proyectar el proyecto revolucionario bolivariano en las calles de Estados Unidos”, es decir, sembrar caos y división para erosionar la democracia estadounidense desde dentro.

Este testimonio no surge de la nada. El desertor, cercano al círculo íntimo de Chávez, describió una reunión en Caracas en la que Tometi llegó acompañada por otras tres mujeres afroamericanas y el actor Danny Glover, un conocido simpatizante de regímenes comunistas como los de Cuba y Venezuela.

En su lecho de muerte, Chávez vio a BLM como la herramienta perfecta para exportar su ideología antiimperialista.

Cabe destacar que BLM surgió formalmente en 2013, impulsado por el caso de Trayvon Martin, pero sus raíces ideológicas están profundamente marcadas por el marxismo declarado: Patrisse Cullors se ha identificado públicamente como una “marxista entrenada”, mientras que Tometi ha elogiado a figuras como Assata Shakur, convicta por asesinato y exiliada en Cuba.

Las conexiones no terminan allí. En 2006, Chávez ya había llamado, desde el Foro Social Mundial en Caracas, a la creación de una “quinta columna” de la izquierda dentro de EE. UU. para sabotear sus políticas, un rol que BLM cumpliría posteriormente a la perfección. En 2015, Tometi invitó personalmente a Nicolás Maduro, sucesor de Chávez, a un evento en Harlem, Nueva York, durante la Asamblea General de la ONU.

Allí, Maduro compartió el escenario con Glover y una cofundadora de BLM, quien lo abrazó calurosamente frente a un enorme retrato de Chávez. Ese mismo año, Tometi viajó a Venezuela como observadora electoral para las elecciones parlamentarias, un proceso boicoteado por la OEA, la ONU y la UE debido a evidencias de fraude.

En lugar de denunciar irregularidades, Tometi elogió al sistema venezolano como “uno de los mejores del mundo” y redactó un manifiesto en nombre de BLM apoyando la “revolución bolivariana”. “Cumpliendo con mi deber como ciudadana global”, tuiteó, ignorando las ejecuciones extrajudiciales y la hambruna que ya devastaban el país.

Esta alianza no es casualidad, sino parte de una red marxista hemisférica orquestada por el Foro de São Paulo, promovida intensamente por Venezuela. BLM participó en sus reuniones, fortaleciendo vínculos con dictaduras que oprimen a sus propios pueblos —incluyendo a millones de afrodescendientes venezolanos víctimas de la represión chavista.

Bajo Maduro, la policía venezolana mata seis veces más personas al año que la policía en EE. UU., en un país doce veces más pequeño y donde la tenencia privada de armas está prohibida. Casos como el de Genesis Carmona, una exreina de belleza asesinada por francotiradores en 2014, o el linchamiento racista de un joven negro en 2017, simbolizan el horror que Tometi avaló abiertamente.

Mientras BLM recauda millones en donaciones corporativas —90 millones solo en 2020— sus líderes han comprado mansiones de lujo y desviado fondos a consultorías familiares, dejando a los capítulos locales y a las víctimas de la violencia policial con migajas.

Desde una perspectiva conservadora, esta revelación expone la hipocresía de la izquierda: predican justicia racial mientras abrazan a tiranos que pisotean los derechos humanos. BLM no es un movimiento orgánico por la igualdad; es una extensión de la agenda chavista para desestabilizar Occidente, financiada con petrodólares sucios de un narcoestado sancionado por tráfico de drogas.

Bajo la administración de Trump, que continúa presionando a Maduro por sus alianzas con cárteles como el Cartel de los Soles, se requiere urgentemente una investigación federal. ¿Cuánto dinero fluyó realmente? ¿Qué papel jugaron corporaciones como Amazon o Microsoft, que donaron fortunas a BLM, en esta red?

La verdad puede ser dolorosa, pero es el antídoto contra la propaganda roja que divide a Estados Unidos.

En resumen, los 20 millones de dólares entregados a Tometi no fueron filantropía, sino una inversión en el caos: protestas violentas, negocios incendiados y erosión del orden y la ley. Venezuela, un país que exporta hambre y represión, exportó su veneno a EE. UU. a través de BLM.

Es hora de que los conservadores exijan transparencia y el desmantelamiento de estas redes de influencia extranjera. La libertad estadounidense no está en venta a dictadores.