Guía para el adoctrinamiento: el Club de Roma apunta a los jóvenes

3 months ago
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Con un lenguaje amable y una estética moderna, el Club de Roma ha lanzado su Youth Person’s Guide to System Change, una guía supuestamente diseñada para inspirar a los jóvenes a cambiar el mundo. Pero tras las palabras sobre “resiliencia”, “narrativas” y “comunidad”, se esconde una estructura cuidadosamente elaborada de adoctrinamiento ideológico, que apunta a moldear las mentes de las nuevas generaciones desde la infancia.

La guía, que circula ya en instituciones, fundaciones, y plataformas educativas internacionales, culpa abiertamente al capitalismo por los males del mundo, promoviendo una visión donde el individualismo es un pecado, la propiedad privada un obstáculo, y la libertad de pensamiento una amenaza para el supuesto “bien común”.

El lenguaje suave del colectivismo posmoderno
Frases como “las narrativas moldean nuestro mundo” o “debemos reinventar nuestras comunidades” suenan inofensivas… hasta que se analiza su verdadero trasfondo. Bajo estos términos se promueve un modelo que reemplaza la libertad por el control narrativo, y la propiedad por una supuesta resiliencia colectiva que no es más que colectivismo disfrazado con lenguaje postmarxista.

No es casualidad. El Club de Roma lleva décadas impulsando modelos de planificación centralizada, desde su infame The Limits to Growth en 1972 —donde proponían límites poblacionales y productivos— hasta ahora, con esta guía que busca formar agentes ideológicos globales entre los más jóvenes, todo envuelto en palabras como sostenibilidad, justicia social o cambio sistémico.

Reeducación global y control del pensamiento
El objetivo está claro: cambiar el modo en que los jóvenes entienden el mundo, alejándolos de principios como la libertad individual, el emprendimiento, la soberanía nacional y la responsabilidad personal. En su lugar, se les ofrece una narrativa donde todo debe pasar por la “comunidad global”, los consensos políticos supranacionales y una red de ONGs, burócratas y tecnócratas que nadie eligió.

En este modelo, si no estás alineado, eres parte del problema. Y si cuestionas la narrativa, eres un retrógrado. No hay espacio para la disidencia. Solo para el consenso fabricado. ¿La herramienta? Educación emocional, lenguaje inclusivo y una estética “amigable” que disfraza la eliminación progresiva del individuo.

Capitalismo bajo ataque: el blanco real
El mensaje de fondo no se esconde por mucho tiempo. El Youth Guide no promueve una reflexión libre sobre el mundo, sino una sustitución de valores. Los emprendedores son vistos como explotadores, el consumo como un mal moral, la propiedad como un privilegio injusto, y la soberanía como una barrera a la utopía global.

¿Su alternativa? Un sistema donde todo se gestiona colectivamente, los bienes se redistribuyen, y la libertad se negocia a cambio de “seguridad climática” o “equidad narrativa”. Es decir: una reconfiguración radical del modelo occidental, tal como lo ha denunciado el propio presidente Trump y líderes soberanistas de todo el mundo.

Agenda 2030, control natal y ciudades vigiladas
Este documento no es un hecho aislado. Es una herramienta más dentro de una estrategia mayor, que incluye la Agenda 2030, el aborto como política pública, el control de natalidad impuesto y las famosas “ciudades de 15 minutos”, donde la movilidad, el consumo y la vida diaria estarán bajo monitoreo permanente en nombre de la sostenibilidad.

El Club de Roma ya no se esconde. Habla abiertamente de la necesidad de limitar el crecimiento, reducir el consumo, y reprogramar las culturas locales para adaptarse al “nuevo sistema”. Todo eso, bajo el pretexto de salvar al planeta o reducir desigualdades.

Conclusión: educar o adoctrinar, esa es la verdadera batalla
El Youth Person’s Guide to System Change no es una guía educativa. Es una hoja de ruta para adoctrinar a niños y jóvenes dentro de un proyecto globalista que busca eliminar los pilares de nuestras sociedades: la familia, la propiedad, la iniciativa privada, y la libertad de pensamiento.

La respuesta debe ser clara y firme: sí al pensamiento crítico, no al pensamiento único. Sí al derecho a construir un futuro propio, no al futuro impuesto desde arriba. Y, sobre todo, sí a los jóvenes libres, no a los jóvenes programados.

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